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lunes, 26 de mayo de 2014

La economía del Jardín del Edén

Nicholas Georgescu-Roegen es el padre de la economía ecológica pero sus contribuciones a la teoría neoclásica le procuraron grandes elogios que se convirtieron en incómodos silencios cuando, a causa del rumbo de su trabajos, colisionó con los fundamentos que sostienen el paradigma neoclásico.

En está entrada del blog nos centraremos en un aspecto concreto, pero de extraordinaria relevancia, como es la crítica que Georgescu-Roegen dirigió a la teoría de la producción neoclásica cuyo principal exponente es Robert Solow.

Uno de sus discípulos más destacados, con el que mantuvo sus diferencias, es Herman Daly, al que hemos dedicado las tres entradas anteriores (aquí, aquí y aquí). Partimos como base de un documento de Daly a raíz de un debate mantenido en el foro de discusión de Ecological Economics, donde se expone la crítica de Georgescu-Roegen a la función de producción neoclásica, en concreto al formato con recursos naturales debido a Joseph Stiglitz. El documento de Daly (traducción al castellano) tiene un interés añadido por la introducción, en la que nos explica la trayectoria de su maestro y su carácter difícil que no le granjeaba precisamente simpatías, ni siquiera entre los que estaban básicamente de acuerdo con su pensamiento. También, es relevante por incluir las breves pero jugosas respuestas de Solow a las cuestiones planteadas por Daly y los comentarios de este último.

El documento nos explica algo que nos sonará familiar del paradigma neoclásico, su dejación absoluta de las leyes naturales, que parecen no influir en su fábula del mundo, lo que Georgescu-Roegen califica acertadamente de Jardín del Edén en contraposición al mundo real.


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No obstante lo cual, ese paradigma es la base y justificación de las medidas políticas y sus narrativas correspondientes que en palabras de sus más insignes defensores no tienen alternativas. En efecto, si la economía es independiente de los recursos naturales y no produce residuos como nos explica las diferentes funciones de producción eso cimienta el paradigma en el que la economía es "el todo relevante", siendo el medio ambiente o la sociedad meros apéndices. No pretendo, sobre la base de la función de producción sostener que la visión preanálitica neoclásica se fundamenta únicamente en ella, pero si creo que es el corazón de la misma y sobre ella se libran cruentas batallas entre las diferentes escuelas económicas. Como comprobaremos, las conclusiones a las que llegamos tienen grandes concomitancias con los resultados a los que llegan Joan Robinson y Piero Sraffra en el marco de la controversia de Cambridge, ya que ambas afectan a la teoría de la distribución de ingreso entre los factores.

En este documento, como en otros anteriores, se enfrenta la visión del relojero, donde los fenómenos mecánicos son reversibles, con la visión termodinámica en la que los fenómenos son desde un punto estadístico abrumadoramente irreversibles.

Antes de entrar en materia una breve digresión sobre los principios termodinámicos tan importantes para Georgescu-Roegen y la economía ecológica en vivo contraste con el mainstream económico. En todo caso, el lector ilustrado se puede saltar esta parte sin demérito del tema principal de la entrada.

El concepto de entropía para Georgescu-Roegen

Georgescu-Roegen considera que la entropía tiene, ante todo, un significado fenomenológico, de fácil comprensión, sin necesidad de complicadas fórmulas. Se basa en una distinción puramente antropomórfica, la energía disponible y la no disponible. La que es capaz de generar potencia para realizar un trabajo útil en un tiempo determinado y aquella que no. La entropía se define:

Entropía = Energía no disponible/Temperatura

El incremento de entropía está directamente relacionado con la flecha del tiempo en un sistema aislado, como se supone que es el universo. El transcurso del tiempo, implica un aumento de la energía no disponible hasta que el sistema se estabiliza y toda la energía es no disponible y, como consecuencia, la flecha del tiempo desaparece.

En un sistema cerrado, esencialmente como la Tierra, donde sólo hay intercambio significativo de energía con el entorno (el intercambio de materia es muy pequeño a escalas de tiempo significativas para los seres humanos) la entropía puede disminuir, como lo puede hacer en un sistema abierto con intercambio de materia y energía con el entorno, como en los seres vivos. Lo anterior podría indicar que, como mantiene el paradigma neoclásico, la entropía no tiene relevancia. Es importante destacar que éste es un punto esencial, pues el dinero o la utilidad no se rigen por las leyes de la termodinámica, pueden crecer sin límite. Sin embargo, si concebimos el dinero como la representación de la riqueza real y confundimos la vara de medir con lo que mide podemos llegar a la conclusión de que la segunda puede crecer sin tener en cuenta los límites termodinámicos como si fuera dinero, lo que es totalmente falso.

Georgescu-Roegen nos dice que las leyes de la termodinámica a diferencia de otras leyes naturales expresan una imposibilidad. La no disponibilidad no se debe a razones puramente técnicas, sino a la naturaleza humana finita. ¿Qué está queriendo decir Georgescu-Roegen?

Si hemos elevado un peso mediante una máquina térmica podemos revertir el proceso, tenemos energía potencial que podemos convertir en energía térmica, el problema es que nuestra "finitud" nos impide evitar la fricción. Si pudiéramos movernos infinitamente lentos desaparecería la fricción y conseguiríamos volver a tener la misma energía pero es contrario a la naturaleza humana ya que no somos inmortales. De esta forma expresamos la segunda ley en términos antropomórficos.

En el pensamiento de Georgescu-Roegen lo más polémico es, sin duda, su cuarto principio de la termodinámica (que es en realidad el quinto pues existe el principio cero del equilibrio térmico) o la extensión del segundo principio de forma diferenciada a la materia, que hace imposible el reciclaje íntegro de cualquier material.

La materia como la energía sólo existe en dos estados desde el punto de vista antropomórfico, disponible y no disponible y se degrada continuamente de forma irreversible. Para Georgescu-Roegen la disponibilidad de energía no impide la degradación de la materia ya que además de energía se necesita una cantidad infinita de tiempo del que no disponemos. Si recordamos que la tierra es un sistema quasi cerrado a efectos prácticos, esta degradación de la materia impide la existencia de un estado estacionario. Esta es la raíz de su discrepancia con Herman Daly, su discípulo.

Retomemos la función de producción y la crítica de Georgescu-Roegen.

La función de producción en el Jardín del Edén

La función de producción neoclásica soporta la más fundamental de las creencias del paradigma neoclásico que es la inexistencia de escasez de los recursos naturales. Sólo existe una escasez superficial que se puede remediar con la adecuada inversión de capital y dotación de tecnología y, en consecuencia, el crecimiento indefinido es no sólo posible, sino la meta deseable para el bienestar de la humanidad.

La cuestión del crecimiento indefinido tiene una función ideológica primordial, la de diferir cualquier discusión sobre la actual distribución del ingreso y, en especial, de la riqueza hacia el futuro, lo que resultaría imposible de hacer en una economía del estado estacionario.

La crítica de Georgescu-Roegen se centra en una función Cobb-Douglas, con tres factores de producción: trabajo, capital y recursos. Eso suena bien y, podría parecer un "revival" de los factores de producción clásicos donde la existencia de la tierra suponía un límite que conducía a un estado estacionario de la economía. Nada más lejos de la intención de Stiglitz con la formulación de esta nueva versión de la función de producción que en consonancia con el documento llamaremos Solow/Stiglitz.

Como aduce Georgescu-Roegen no es más que un truco, no se trata realmente de introducir los recursos y, considerar que capital y recursos son esencialmente complementarios y, sólo, marginalmente sustitutivos. Tal admisión provocaría una reacción en cadena de efectos devastadores en el paradigma neoclásico, al introducir procesos irreversibles que deben ser afrontados. Como se trata de una mecánica newtoniana sólo consiste en mover las cosas de sitio y reemplazarlas.

La metáfora de Daly sobre la función como una receta para la elaboración de un pastel describe de forma amena cual es la realidad que se nos presenta con disfraz matemático. Consiste en elaborar un pastel sin ingredientes, sólo con el cocinero y la cocina y sus útiles, o en la receta mejorada, podemos hacer el pastel tan grande como queramos sin necesidad de aumentar la cantidad de ingredientes, necesitamos más cocineros o remover más rápido o una cocina más grande, pero no más ingredientes.

¿Cómo es posible tal conclusión?. La respuesta es sencilla, basta con violar el primer y segundo principio de la termodinámica que es lo que hace la función de producción Solow/Stiglitz. No es extraño que Georgescu-Roegen les acuse de no diferenciar el mundo real del Jardín del Edén.

El primer principio se viola porque no se tiene en cuenta que cualquier incremento de capital como sustituto casi perfecto de los recursos significa un agotamiento adicional de los mismos. 

Solow y Stiglitz no podrían haber creado su truco de magia si hubieran tenido en cuenta; primero, que cualquier proceso material consiste en la transformación de algunos materiales en otros (el flujo de elementos) realizado por algunos agentes (el fondo o stock de elementos) y; segundo, que los recursos naturales son la verdadera savia del proceso económico. No son como cualquier otro factor de producción. Un cambio en el capital o el trabajo puede sólo disminuir la cantidad de residuos en la producción de una mercancía: ningún agente puede crear el material en el que trabaja. Ni puede el capital crear el material del cual está fabricado. En algunos casos, puede que el mismo servicio tenga que ser suministrado por un diseño que requiera menos materia o energía. Pero incluso en esa dirección, existe un límite, a menos que creamos que el destino final del proceso económico es un Jardín del Edén terrenal.

Sin duda muchos creen en el Jardín del Edén y proponen políticas como si fuera una realidad. La forma en la que viven la mayoría de las personas en el mundo real nada tiene que ver con tan idílica imagen. Pero eso no importa, porque es la esperanza de crecimiento indefinido lo que sostiene el sistema. Dicho lo cual, tiene bemoles acusar a cualquier alternativa de utópica o irrealizable con estos mimbres.

La violación del segundo principio es de carácter estructural para el paradigma neoclásico, la entropía no es relevante. Esto nos permite eliminar cualquier escasez ya que disponemos siempre de energía. La ausencia de entropía, a efectos prácticos, invalida la distinción que hace Georgescu-Roegen entre energía disponible y no disponible, toda la energía es siempre disponible. El Jardín del Edén está poblado de alquimistas que transmutan una materia abundante en otra escasa sin esfuerzo. La materialización de la ausencia de entropía en el paradigma neoclásico se materializa en la sustituibilidad de los recursos por el capital, esá es la piedra angular que permite edificar la iglesia del crecimiento sobre la base de producir más, tener más, y estar, en consecuencia, mucho más satisfechos. Como dice Daly si la lluvia es buena, un aguacero torrencial es mucho mejor, ¿alguien lo duda?

En la crítica a la función de producción Solow/Stiglitz me gustaría destacar un argumento puramente lógico. Si partimos de la premisa de reconocer la sustituibilidad entre capital y recursos se sigue la reversibilidad, si podemos excluir los recursos de la función de producción de la misma forma podemos incluirlos y excluir el capital. La reversibilidad que proviene de ese postulado de sustituibilidad encaja como un guante de seda en la visión de la producción como un proceso mecánico y, en consecuencia, reversible. No obstante, si proponen tal cosa les miraran como un orate, a pesar de que el argumento es impecable.

Por otra parte, como Daly destaca en su documento, lo más devastador de la introducción de los recursos en la función de producción es que los productos físicos marginales de capital y trabajo son cero si queremos respetar la ley de la conservación de la energía/materia. 

Esto es porque la definición de producto marginal de un factor requiere que las cantidades de los otros factores se mantengan constantes cuando una unidad más del factor variable se añade. Pero, cuando los recursos se mantienen constantes, entonces no puede haber una unidad adicional de producto cuando el trabajo o el capital aumentan porque no existe una unidad extra de substancia material para fabricar la unidad adicional de producto—debería ser producida de la nada, de nuevo infringiendo la primera ley de la termodinámica. La cuestión no se limita a las funciones Cobb-Douglas—cualquier función de producción que obedezca la primera ley de la termodinámica no puede evitar la estricta complementariedad entre los recursos de una parte y el capital o el trabajo de otra.

Que los productos marginales de los factores sean cero destruye la teoría de la distribución neoclásica y al llegar a este punto coincidimos con Robinson y Saffra que destruye la posibilidad de definir la productividad del capital (físico) en términos monetarios unívocos.

El modelo de flujo de fondos de Georgescu-Roegen se contrapone vivamente a las funciones de producción neoclásicas:

Enfatiza que lo que físicamente llamamos “producción” es realmente transformación—de recursos en productos útiles y residuos. Trabajo y capital son agentes de transformación (causas eficientes), mientras que los recursos, materia/energía de baja entropía, son “aquello lo cual es transformado” (causa material). Podemos sustituir una causa eficiente por otra, o una causa material por otra, pero la relación entre causas materiales y eficientes es fundamentalmente de complemetariedad no de sustituibilidad.

Como afirma Daly, si el paradigma neoclásico asumiera que lo que transforma (fondos) no puede sustituir a lo que es transformado (flujo) deberían asumir que la economía no es más que un subsistema de un sistema complejo, finito, entrópico, no creciente y materialmente cerrado.

Antes de pasar a las significativas contestaciones de Solow, Daly hace una precisión de enorme interés. Conocedor de la afición a sacar en santa procesión al progreso tecnológico, si recuerdan es aquello que los econometras no pueden medir pero convenimos en llamarle así, advierte que estamos debatiendo una función de producción que describe la producción actual con una tecnología dada. En todo caso, todas las tecnologías deben cumplir con los principios de la termodinámica, al menos, mientras estos no sean falsados.

Las respuestas de Robert Solow, premio del Banco de Suecia en economía en memoria de Alfred Nobel, a las cuestiones planteadas por Daly a raíz de la crítica de Georegescu-Roegen no tienen desperdicio y, muestra cual es la forma de pensar mayoritaria en el mainstream por uno de sus más insignes representantes.

Quiero destacar algo que se ha mencionado en diversas ocasiones en este blog y es una cuestión en la que se refugian normalmente los economistas del paradigma dominante y, es la teoría efectiva. Ésa es la tesis  que defiende Solow en la respuesta a la segunda pregunta:

porque hasta ahora, y al nivel de agregación, ámbito geográfico y extensión temporal, el equilibrio material no ha sido un factor determinante en el crecimiento de las economías industriales”.

Es significativo el "hasta ahora" y, si fuera así, como sabemos cuando deja de ser efectiva. Esto nos recuerda lo que Daly nos explica acerca de la inexistencia de una regla de cuando parar a nivel macroeconómico, la asunción de que la actividad económica es abrumadoramente positiva medida en términos de PIB hace que no existan cuentas separadas de costes y beneficios y, no sepamos cuando los primeros superan a los segundos lo que se traduce en crecimiento antieconómico.

Personalmente, la respuesta que más me impacta es la última:

"no hay duda que todo está sujeto a la ley de la entropía, pero esto no es de importancia inmediata práctica para tener que modelizar que hay después de un breve instante de tiempo en un pequeño rincón del universo”.

Parece entender que la entropía no es una mera ficción inventada por los físicos destinada a fastidiar a los economistas, sino una realidad de la naturaleza de carácter ineludible....pero sólo a escala cósmica y en un tiempo que medimos en eones. Desde ese punto de vista, la teoría efectiva tiene larga vida, no hay que preguntarse cuando dejarla, al menos, en los próximos dos millones de años, por poner una cifra.

Me temo mucho que míster Solow o es en exceso optimista, o sabe que no hay forma coherente de defender lo que es indefendible y, se sale por la tangente. No vivimos en el Jardín del Edén y, es hora que asumamos ciertas dosis de realidad en nuestras fábulas, lo que conlleva el abandono de los fundamentos más básicos de cómo vemos y explicamos un mundo donde se nos presenta a la economía como el todo relevante.

En mi opinión, lo anterior es sólo una representación, la mera apariencia, que esconde la realidad política (social) del sistema capitalista. Para explicarlo un ejemplo, en el libro de Nitzan y Bilcher "Capital as power" se describe una anécdota del patriarca Rockfeller que afirmaba que su mejor inversión había sido fundar y financiar la Universidad Baptista de Chicago cuna de la función de producción y la bastión de la escuela neoclásica. Los Rockefeller son el arquetipo de sin importar los medios limitar la competencia, controlar los precios, confiscar, incautar a través de su apoyo a dictadores los recursos naturales de otros, etc... Resulta palmario que los Rockefeller nunca creyeron en las virtudes del libre mercado como las relata la escuela neoclásica, excepto como propaganda que les permitía realizar sus tropelías amparados por una pátina "científica" que justificaba su lucha y conquista del poder sobre los demás, al final ese es el juego de verdad, pero eso es otra historia.

viernes, 14 de marzo de 2014

Las falacias del crecimiento (visión preanalítica)

En la anterior entrada de este blog comenzamos a tratar las falacias del crecimiento, contando como base para los comentarios el capítulo 5 del libro "Steady-State Economics" del economista ecológico Herman E.Daly titulado "Un catecismo de las falacias del crecimiento".

En un afán, no se si vano, por difundir la doctrina innovadora que representa la economía ecológica. En esta entrada además del anterior documento me gustaría añadir un trabajo posterior del mismo economista "Uneconomic Growth: in Theory, in Fact, in History and in Relation to Globalization" de 1999 donde se introduce el tema, ya candente en aquel entonces, de la globalización. También he intentado hacer la mejor traducción a mi alcance de este documento para aquellos que no dominen el inglés o prefieran la lectura del mismo en una lengua más familiar para ellos "El Crecimiento Antieconómico: en Teoría, de Hecho, en la Historia y en relación con la Globalización"

El crecimiento económico medido en términos de PNB o PIB ha sido y, continua siendo, la principal referencia cuando hablamos de economía. El PIB es una magnitud de la Contabilidad Nacional que estima la producción de bienes y servicios de una economía valorada en términos monetarios. Sin embargo, aunque este no es un indice del bienestar y así se ha reconocido de forma reiterada, siempre se ha aceptado la existencia de una fuerte correlación entre ambos conceptos, el crecimiento de la producción y el bienestar de las personas. No se puede negar un sesgo completamente materialista en esta visión del bienestar, pero no vamos a cuestionar este punto, que por otra parte, es perfectamente debatible.

Como Daly manifiesta en su libro de 1977 nuestro concepto de crecimiento está completamente distorsionado en el ámbito económico ya que crecer no lleva nunca a madurar, es como una niñez perpetua, además de estar cargado de connotaciones positivas. Es por ello que de "crecimiento" nunca se tiene bastante porque de algo bueno nunca sobra, lo que sin duda, como el lector habrá advertido, es una falacia.

"Es evidentemente imposible tener demasiado de una cosa buena. ¡Si la lluvia es buena, un aguacero torrencial es, por definición, mejor!" (p.1)

Resalta Daly el extraordinario contraste entre la microeconomía y la macroeconomía. Mientras en la primera es lógico considerar los límites, es decir, cuando los costes superan a los beneficios y deja de tener sentido proseguir una actividad. La segunda no considera coste alguno, en la confianza de que los beneficios superan de forma abrumadora a los costes. ¿Pero es realmente cierto?. Añade Daly con agudeza:

"Tomamos los costes reales de aumentar el PNB medidos en función de los costes defensivos en que incurrimos, para protegernos a nosotros mismos de los efectos colaterales no deseados de la producción y añadimos esos gastos al PNB en lugar del sustraerlos. Contabilizamos costes reales como beneficios. Esto es hiperfanatismo por el crecimiento." (p.1)

Sin duda, es hiperfanatismo, pero está profundamente enraizado en el paradigma o la visión preanalítica de la economía neoclásica. Esa visión preanalítica se puede visualizar en el siguiente diagrama que aparece también en el documento de 1999
Que se contrasta vivamente con la siguiente representación de la economía según el paradigma o la visión preanalítica de la economía ecológica.
Personalmente me parece que es visualmente muy impactante. En el primero, la economía es el todo, Daly con acierto la asimila a una maquina de movimiento perpetuo o, un intestino en bucle, sin boca ni ano. La siguiente figura es la típica representación del ciclo económico cerrado sin alimento ni excrementos.


En la segunda, la representación de la economía es una parte de un todo mayor. Pero, lo más importante para mi, es que esa economía debe funcionar sometida a las leyes naturales, al ser una parte de ese todo. En la primera representación, la economía no necesita seguir esas leyes, ¡Su reino no es de este mundo!. Por eso tal como recoge Daly (p.15) en boca del economista de Harvard Richard Zeckhauser:
  
“El reciclaje no es la solución para el petróleo, porqué la alternativa que representa la tecnología nuclear para la generación de energía es más barata” (1973, p. 117, n. 11)

En boca de un académico de una Universidad tan destacada resulta impactante la ignorancia de las leyes de le termodinámica. Asimismo, es sintomático de un problema del que adolece la economía actual y de aquellos que diseñan los modelos (fabulas) para dar guías y recomendaciones a los políticos.

Es cierto, que en una situación como la que describe la siguiente figura, el paradigma neoclásico podría resultar una teoría efectiva en un mundo vacío (Empty World)

Con la expresión teoría efectiva quiero decir que, en determinados casos, podemos pasar por alto ciertos procesos físicos que no nos afectan o, lo hacen de manera tan absolutamente marginal que no influye en los resultados. La teoría de Newton para las distancias y velocidades que habitualmente observamos es perfectamente valida, aunque desde el punto de vista popperiano, es una teoría falsada. Pero, el utilizar la información relevante y suprimir aquello que nada nos aporta es completamente lógico. Sin embargo, hay que saber cuando dejarlo. Es decir, el momento en que necesitamos introducir aquello que hemos ignorado (y conocemos) porque las circunstancias han cambiado. Por ejemplo, al encender el GPS necesitamos la teoría de la relatividad porque sin ella la precisión sería penosa, no nos serviría para nada.

En un mundo lleno (Full World) o que tiende a estar lleno, las circunstancias son totalmente diferentes. En efecto, en un mundo vacío, donde disponemos de recursos y energía fácil de explotar y, donde nuestros vertidos son irrelevantes a nivel global, aunque puedan infligir importantes daños locales, ignorar las leyes de la termodinámica puede ser una opción. En un mundo lleno ignorar esas leyes nos conduce a, tal como dice Daly, "Seguir bebiendo para superar la resaca". Todos sabemos que aunque el método es efectivo a corto plazo tiene consecuencias nefastas a medio o largo plazo.

Desde mi punto de vista la economía neoclásica por causa de su visión preanalítica de la economía como el todo relevante y, no como parte de la esfera social y ecológica, tiene un grave hándicap para percatarse de que lo que pudo ser una teoría efectiva, es ahora un grave obstáculo para entender la realidad. Lo abrumador del caso es que los reiterados fracasos en las proyecciones de las fabulas sobre la realidad, aunque sean revestidas de ropajes matemáticos, no han mellado su credibilidad. Evidentemente existen razones ideológicas para mantener esa visión del mundo, y para hacerse determinadas preguntas y evitar otras a toda costa.
Daly pone el dedo en la llaga cuando señala, hablando del flujo de producción:
 
La otra razón para el fetichismo respecto al flujo es ideológica. Concentrándose en el flujo se desvía el foco de atención de la muy desigual distribución del stock de riqueza que es la fuente real del poder económico. El flujo de renta también está desigualmente distribuido, pero al menos todo el mundo obtiene algo y, la teoría de la productividad marginal lo hace parecer bastante justo. Redistribución de la renta es liberal. Redistribución del la riqueza es radical. Políticamente, es más seguro mantener la renta en el centro del análisis, porque no todo el mundo posee un pedazo del stock productivo y, no hay ninguna teoría que explique la distribución de la riqueza. Poner los stocks (riqueza) en el centro del análisis puede plantear preguntas descorteses.(p.4)


Daly explica en el documento de 1999 que el paradigma neoclásico no requiere el crecimiento infinito de forma obligatoria pero que la necesidad de responder a ciertas cuestiones lo hace imprescindible:

Aunque el paradigma neoclásico permite el crecimiento eterno, no es una exigencia del mismo. Históricamente la exigencia proviene porque el crecimiento es la respuesta dada a los problemas planteados por Malthus (superpoblación), Marx (distribución injusta) y, Keynes (desempleo) (p.1)

Una advertencia, en este blog consideramos sinónimo de infinito lo que es extraordinariamente abundante, de aquello de lo que no tenemos que preocuparnos. Hemos dicho en anteriores entradas que el paradigma neoclásico, aunque pueda considerar que los recursos individuales son finitos siempre existen otros recursos que nos permiten evitar el colapso. Es lo que se describe en el documento de Daly como la teoría de las habitaciones sucesivas. (p.10)

"La realidad parece ser que el primer [recurso] almacén en que el hombre se encontró era sólo el primero de una serie. Cuando agotó lo que estaba apilado en la primera estancia, encontró que podía fabricar una llave para abrir una puerta que daba a una estancia mucho más grande. Y, cuando agotó los recursos de está habitación más grande, descubrió que había otra estancia más allá aún mayor. La estancia donde estamos en el siglo XX es tan grande que las paredes están más allá del alcance de la vista. Sin embargo, es probable que nos encontremos al principio de toda una serie de almacenes. No es inconcebible que la totalidad del globo—tierra, océanos y aire—representen materia prima para la humanidad para utilizar con mayor ingenio y, habilidad" [citado en Ordway, 1953, p. 281].

Está declaración podría caber perfectamente en la descripción del mundo-vacio aunque se refiera a una serie infinita de recursos y, si es menester, de vertederos para los residuos. Pero quería aclarar que infinito y abundante no son estrictamente sinónimos. Algo que es infinito puede ser relativamente escaso. Los matemáticos son perfectamente conscientes de está cuestión. Como hablamos de habitaciones nos referiremos al Hotel de Hilbert con infinitas habitaciones (números naturales), pero tan escasas que no pueden alojar a conjuntos de cardinalidad superior a aleph-0, como demostró Georg Cantor. En realidad, son tan escasos que si escogiéramos un número de la recta real de forma aleatoria la probabilidad de escoger un número natural, entero o racional (conjuntos de cardinalidad aleph-0) es 0.

En ocasiones, he pensado que era una buena analogía, aunque algo extrema, para explicar la diferencia entre reservas y recursos cuando los medios hablan de cifras extraordinarios de recursos que nos permitirán continuar con nuestro estilo de vida (business as usual) durante siglos y siglos. Los recursos son una cosa pero las reservas que podemos realmente aprovechar se parecen más a los números naturales o los enteros en el conjunto de números reales.

En el paradigma neoclásico, donde el crecimiento se mide indefectiblemente mediante el valor añadido a unos recursos que ni siquiera forman parte de las funciones de producción, el planteamiento de los límites es inconcebible. Esa es nuestra realidad diaria, cuando leemos y escuchamos las noticias. Todos nuestros problemas se solucionarán una vez el PIB o el PNB vuelva a crecer.

Sin embargo, como dice Daly ese crecimiento puede ser y, de hecho, es en muchos casos antieconómico, los costes (que no se contabilizan a nivel agregado o, incluso, se convierten en ingresos) superan a los beneficios. El problema actual es que: por una parte, incluso el crecimiento antieconómico (ignorando costes) es cada vez más difícil; y, por otra, los costes de ese crecimiento son más difíciles de ignorar. En todo caso, no debemos despreciar la capacidad de la maquina de propaganda que es capaz de hacernos creer que es de día cuando estamos en una noche sin luna.

sábado, 22 de febrero de 2014

Las falacias del crecimiento (Introducción)

El capítulo 5 del libro de Herman Daly de 1977, "Steady-State Economics", se titula "Un catecismo de las falacias del crecimiento" que es un magnifico compendio de lo que se pretende transmitir en este blog. No conozco la existencia de una traducción al castellano de está obra por lo que me he permitido realizar una traducción del capítulo citado. Como no soy traductor estoy seguro de que es francamente mejorable, pero espero que cumpla la función de dar a conocer mejor su pensamiento. Al menos lo he hecho con la mejor intención.

Me gustaría enfatizar que se trata de una obra de 1977. ¡Tiene casi 40 años! Y a pesar de que en determinados aspectos puede que se le note el paso del tiempo su clarividencia es tal que si lo comparamos con los trabajos de sus contemporáneos, en muchos casos, agasajados con el Premio de Economía del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel, no admite parangón por la frescura de sus ideas y, su aplicación en el momento actual.

Este libro como otros posteriores del mismo autor y, otros anteriores de figuras tan señaladas como Nicholas Georgescu-Roegen o, el mismísimo Frederick Soddy, entre otros, son una enmienda a la totalidad al paradigma dominante de la economía, que a pesar de los esfuerzos denodados realizados por la propaganda para ignorar y, despreciar aquello para lo que sencillamente no tienen respuesta.

En este blog hemos hablado, repetidamente, de la necesidad que tiene el sistema del crecimiento infinito en un mundo finito y, de las hipótesis (casi mejor hablaríamos de ex-hipótesis) subyacentes que soportan esa "creencia" a la que no dudo en calificar de irracional y, especialmente destructiva. Siempre me sorprende que aquellos que defienden el crecimiento infinito, en cualquiera de sus modalidades, para continuar con el "business as usal", ignoren que sus propuestas son las realmente apocalípticas, aunque solo sea teniendo en cuenta las leyes de la física (aquí la traducción en el blog oil crash de un post de Tom Murphy de Do the Math sobre la cuestión).

Con la expresión, en todas sus modalidades, he querido incluir no sólo aquellos que defienden posiciones neoliberales, que incluye gran parte, aunque no toda la derecha y, también gran parte de la denominada izquierda o socialdemocracia. Sino aquellas que abarcan posiciones más radicales como la sostenida por el profesor Viçens Navarro y, que quedan reflejadas en este artículo. Son posiciones que de una manera u otra coinciden en la tesis básica productividad y, sustituibilidad de factores infinitas, en funciones de producción donde sólo aparecen trabajo y capital, aceptando en el fondo las premisas de la síntesis neoclásica y, su creencia en el deus ex machina del progreso tecnológico. Este artículo ha recibido diferentes respuestas, entre otras, aquí (Antonio Turiel) y aquí (Pedro Prieto). También es posible una respuesta desde el paradigma de la economía ecológica a las que son débiles bases sobre las que Navarro construye su tesis, apelando incluso a Barry Commoner de una manera indebida.

Algunas de estas tesis propugnan un cambio en el modelo de crecimiento sobre la base de fuentes renovables que serán suficientes para continuar con nuestra sociedad de "progreso", en una especie, de desmateralización económica o, lo que Daly llama con acierto "angelización" del PNB (o el PIB). Estas propuestas adolecen de una gran debilidad argumental porque simplemente no contabilizan todos los costes que suponen, de la misma forma que no lo hace la economía neoclásica-keynesiana.

Por ejemplo, hay gente que propugna la electrificación de la sociedad sobre la base de fuentes energéticas renovables, pero sin aclarar de donde va a salir la potencia necesaria para crear la colosales infraestructura necesarias para transformar la realidad actual. La cuestión es que los números de una sociedad basada exclusivamente en fuentes renovables no salen. Esas fuentes, ni tienen la potencia que algunos le atribuyen, ni por si mismas pueden funcionar, necesitan el auxilio de las fuentes no renovables. Para ver claramente está impostura me remito a este post y, el correspondiente estudio del Grupo de Energía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid. En él se dice:

"Para el caso de la fotovoltaica y la concentración solar el delito quizás no es tan grave (se refiere a un estudio sobre la energía eólica): simplemente no se les ha ocurrido a la mayoría confrontar lo que dicen sus papeles y sus cuentas con la simple realidad en una cuestión clave para estas tecnologías: la densidad energética, la energía eléctrica neta que viertes a la red por metro cuadrado de ocupación real de las infraestructuras necesarias. Nuestros resultados son contundentes: la densidad energética real es entre 4 y 7 veces menor que la publicada en revistas científicas en las que luego se basan informes como el de Greenpeace 100% renovables.

Y la cosa no acaba aquí, casi nadie tiene en cuenta que las energías renovables, como siempre dice nuestro amigo Pedro Prieto, son energías que se renuevan captadas con sistemas materiales que no se renuevan. Y nos topamos con límites parecidos a los que tienen las energías fósiles y nucleares: la escasez en un mundo finito con una economía soñando con el crecimiento perpetuo."

En apoyo de lo anterior, este artículo del profesor Chris Rhodes pone algunos puntos sobre las íes respecto de las bases no renovables de los sistemas renovables y, su relación con la energía, como no podría ser de otra forma.

Es habitual escuchar la posibilidad de un crecimiento sostenible, en otras palabras, lo mejor de los dos mundos, crecimiento del producto sin impacto o con un impacto reducido en el ecosistema. Es cierto que tal visión tiene el mérito de reconocer que la economía no es más que lo que Daly llama una sub-esfera de la esfera ecológica. Por lo tanto, se aleja del paradigma de la economía neoclásica-keynesiana que considera a la economía como una esfera aislada donde se producen intercambios entre diferentes sectores pero en el que no existe entorno. La naturaleza es un repositorio de materiales y energía y, un vertedero del sistema de producción. La energía, como los materiales, no son más que bienes intermedios para la producción, como explicábamos en una entrada anterior. Sin embargo, ignora de manera deliberada que dado que la esfera ecológica esta virtualmente en estado estacionario, no es posible para nada que éste incluida en la misma crecer más allá de sus límites. Es evidente que en ningún caso se podría llegar a ese extremo. El concepto mismo de crecimiento verde o, sostenible es un oxímoron que debe ser combatido, porque no hace más que sustentar la causa que nos ha traído hasta el lugar donde nos encontramos.


Daly señala la extrema debilidad de los medidores de renta o producción agregados como aproximaciones a la medición del bienestar (de hecho, existe una correlación negativa que hoy en día resulta cada vez más difícil de ocultar) y, nos revela que la forma de contabilizar las cosas, como ocurre con estas propuestas, tiene un impacto decisivo en las conclusiones. O dicho de otra manera, se contabiliza de una forma determinada para obtener el resultado deseado. En realidad, cuando hablamos de crecimiento nos referimos a crecimiento del PNB, PIB o cualquier agregado similar que mide sin contabilizar los costes de su obtención. En opinión de Daly, que comparto plenamente y, utilizando el lenguaje propio de la economía, podemos decir que en estos momentos los costes marginales superan a los beneficios marginales, lo que nos conduce al crecimiento antieconómico. El problema es que a nivel agregado, a diferencia de lo que ocurre a nivel micro, no reconocemos los costes de la producción.

Hay diversos problemas en el reconocimiento de los costes, pero uno que me parece significativo es que adolecemos de lo que calificaría de un problema de marco temporal. Daly lo expresa diciendo que el sistema no tiene en cuenta los costes intergeneracionales lo que es un problema de distribución y, no propiamente de asignación de recursos.

Para acabar está introducción, debo decir que suscribiendo el concepto de crecimiento antieconómico que ha sido una constante en muchos países desarrollados desde hace años, en algún caso décadas, hemos llegado a un punto en que, incluso el crecimiento contable de la producción medido en términos de PIB es, cada vez, más difícil y, parece otearse en el horizonte el decrecimiento o, como mínimo un estancamiento secular. Esta situación en la que estamos, conlleva algunos efectos muy relevantes que iré señalando en futuras entradas. Pero me gustaría pergeñar algunas ideas:
  1. El mantenimiento de la esperanza en el crecimiento es el pegamento de nuestra sociedad, sin esa esperanza las desigualdades se hacen más insoportables y, el tejido social lenta pero implacablemente se debilita. Daly cita a Henry Wallich en una frase demoledora que lo resume a la perfección:
    El crecimiento es un sustituto de la igualdad en el ingreso. En tanto haya crecimiento hay esperanza y, eso hace las grandes diferencias en el ingreso tolerables”
  2. Daly expresa de manera contundente como los dos factores neoclásicos de las funciones de producción, capital y trabajo aumentaban su productividad a costa de los recursos cuyo precio en el mercado estaba muy por debajo de su valor considerando sus costes sociales y ecológicos que son omitidos de las mediciones agregadas. Hoy en día, cuando estamos tocando las paredes de la esfera ecológica que nos contiene, ya no es posible resolver el conflicto entre capital y trabajo como se resolvió esencialmente después de la SGM a costa de la disminución en la productividad de los recursos. Es por eso, que el sistema capitalista debe resolver ese conflicto en favor del factor capital, lo que nos lleva a la última reflexión.
  3. La intensificación en el desigual reparto de la renta y, la riqueza es el medio que tiene el sistema de prolongar su agonía. Aunque pueda parecer contraintuitivo, si pensamos que nos enfrentamos a serias dificultades en el crecimiento del producto, aunque este sea antieconómico, cuanto más esterilizadas estén las expectativas generadas por el dinero/deuda, más podemos retrasar el enfrentarnos a una situación para el que el capitalismo no tiene respuestas. Cuanto más dinero/deuda acumulen los que más tienen menos impacto tienen sobre la producción actual (menor consumo marginal). Se traduce en el aumento de el precio de determinados activos, predominante financieros, y no se traduce en nueva producción. Esto es, sin duda, "self-defeating", pero permite hacer algo que nos es muy familiar, dar una patada hacia adelante, con el grave inconveniente de deteriorar aún más una situación que de por si no es nada brillante.

martes, 15 de octubre de 2013

El Crecimiento antieconómico


El Dr Pangloss es un personaje de la novela Candido de Voltaire que en libre traducción de las raíces griego que forman el nombre sería lenguaraz o también aquel que sabe todas las lenguas. Su “optimismo” radical se refleja en la celebre frase:

“Todo eso era indispensable -replicaba el doctor tuerto- y de los males individuales se compone el bien general; de suerte que cuanto más males individuales hay, mejor está el todo.”

Las recetas económicas que escuchamos son un trasunto de esa opinión. Prescriben sufrimiento en pos de una mejora de la situación. La economía moderna se ha convertido en la Economía del Dr Pangloss y, por lo general, se admite como una solución cabal a nuestros problemas.

El lema de Margaret Thacher “There is no alternative” se repite machaconamente por políticos y economistas ortodoxos para negar la mera posibilidad de cualquier otra opción.

La social democracia europea ha comprado ese discurso y cuando se ha presentado lo que parecía en 2008 el derrumbe del sistema se ha quedado sin margen de maniobra. Siempre es mejor el original a la copia si se trata de llevar a cabo una determinada política y la gente es muy consciente de eso.

Este blog quiere ser una voz más contra esa corriente de la ausencia de alternativas reales y capaces de transformar el mundo en algo diferente. Utilizo la palabra diferente y no mejor o más justo o más equitativo porque esos conceptos deben ser debatidos dentro de lo que podríamos denominar un nuevo paradigma económico.

Creo firmemente en que el cambio de sistema capitalista es inevitable por razones que iremos exponiendo pero que son esencialmente los denostados y mal entendidos límites del crecimiento. La creencia en el crecimiento infinito prescinde del agotamiento de los recursos y el daño producido al medio natural sobre la base del ilimitado ingenio humano. Una postura que carece de base y es irracional lo que no deja de ser una ironía para una ciencia que construye sus modelos teóricos en el comportamiento racional de los agentes.

La economía tal como la conocemos se sostiene en un crecimiento exponencial que desconoce que no es más que una parte (subsistema) de esferas más grandes con las que interactúa en niveles de complejidad crecientes y en los que las esferas que la engloban tienen características que no pueden ser entendidas desde la esfera interior.


El economista estadounidense Herman Daly explica como hemos llegado a lo que acertadamente califica de crecimiento antieconómico, lo que desde el punto de vista ortodoxo sería un oximorón, al menos desde el punto de vista ideológico.

“Growth is uneconomic when it increases environmental and social costs by more than it increases production benefits” 

Ese punto hace mucho que se alcanzo en las economías desarrolladas.Lo que ocurre es que los instrumentos de medida empleados para su medición crean un velo para esconder la realidad. El crecimiento se asimila a bienestar de la inmensa mayoría y se mide mediante una contabilidad meramente monetaria. El bienestar esta ligado necesariamente a la renta y su incremento se traduce en aumento del mismo. Estudios en diversos países de la OCDE muestran que nos dirigimos a una distribución cada vez más desigual de la renta que no queda reflejada en instrumentos contables que empleamos como el PIB. Pero la distribución de la renta es sólo un aspecto del problema.

Como explica Daly no hay razón alguna para que los costes marginales no puedan ser mayores que los beneficios como ocurre a nivel microeconómico. El problema es que la medición agregada o macro contabiliza costes y beneficios en la misma cuenta como actividad económica con la fe del carbonero que esa actividad es abrumadoramente beneficiosa.

La actividad global no tiene costes de oportunidad porque engloba, eso cree la ortodoxia, la totalidad a diferencia de las actividades microeconómicas cuyo crecimiento se hace en detrimento del resto. Sin la existencia de techo el crecimiento infinito es posible y con unos retoques por aquí y por allí, infringiendo dosis de dolor a la mayoría, el sistema medrará. ¿Que es si no la creencia en el progreso económico?