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jueves, 25 de septiembre de 2014

Principios para el diseño de políticas para la Gran Transformación


“If your house is on fire, you don’t look to put in a new smoke alarm, you call the fire brigade. Unfortunately there is not yet the acceptance that the house is on fire.”

“Si tu casa se quema, no buscas poner una nueva alarma de humos, llamas a los bomberos. Desafortunadamente no existe todavía la aceptación de que la casa se quema”

Leí esta frase en un documento de economía ecológica y me pareció una descripción adecuada de nuestra realidad porque siempre el primer paso es darte cuenta del problema que tienes. Ante una casa en llamas puedes optar por seguir el refrán y calentarte o, intentar apagar el fuego y salvar lo máximo posible.

Ultima Llamada y la Gran Transformación

Recientemente se publicó el manifiesto “Ultima llamada” donde se busca dar un toque de atención para que la opinión pública tome conciencia del problema que debe ser enfrentado con determinación y sin más demora.

Desde la asociación “Autonomía y Bienvivir” hemos querido contribuir al esfuerzo de divulgación mediante una propuesta para la “Gran Transformación” que ha sido publicado en el popular blog que dirige Antonio Turiel “The Crash Oil”.

Sobre la base de la citada propuesta y, a título individual, pero siguiendo el espíritu que la anima he redactado esta entrada para profundizar en un debate necesario, centrándome en temas de carácter metodológico por lo que se refiere al diseño de políticas económicas encaminadas a la transformación propuesta.

Escala óptima

Daly y Farley (2004) proponen un serie de principios de diseño para políticas que permitan pasar de una economía que fracasa en el crecimiento a una economía que reconoce su escala óptima como una subesfera de la biosfera.

La economía ecológica impone que en primer lugar se debe determinar, aunque sería mejor utilizar tantear, la escala óptima de la economía. Ello requiere como primer paso, reconocer que el crecimiento económico medido como actividad bruta en términos de PIB se realiza a costa de la naturaleza y, que tiene, en consecuencia, un coste de oportunidad. Si somos capaces de entenderlo, automáticamente debe existir una regla de cuando parar, ya que más allá de ese punto el crecimiento es antieconómico (los costes superan a los beneficios). Daly (2007) describe esa regla de la siguiente forma:

Nuestra política sería parar de crecer cuando los costes marginales igualan a los beneficios marginales. O si quisiéramos mantener el esquema de cuentas nacionales de partida única, podríamos adoptar el concepto de renta del economista, premiado con el Nobel, J.R. Hicks; es decir, la máxima cantidad que una comunidad puede consumir en un año, y ser todavía capaz de producir y consumir la misma cantidad el año siguiente. En otras palabras, la renta es la máxima cantidad que se puede producir manteniendo la capacidad productiva (capital) intacta. Cualquier consumo de capital, hecho por el hombre o natural, debe ser sustraído en el cálculo de la renta”.



Resulta fácil ver a que problemas nos enfrentamos si queremos alcanzar esa escala óptima. En primer lugar, para postular la existencia de un mundo lleno es suficiente que algunos límites se alcancen. La Ley del mínimo deLiebig nos ilustra perfectamente la situación. Se suele decir que una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. En realidad, los factores limitantes también pueden ser por exceso, en un ecosistema se puede producir una alteración grave no sólo por la escasez, por ejemplo, de un determinado nutriente, sino también por haber una cantidad excesiva. Desde un punto de vista de un sistema termodinámico cerrado, sin intercambio de materia apreciable con su entorno y un flujo de energía constante, el factor limitante puede ser la escasez de exergía por agotamiento de ciertas fuentes no renovables o, el exceso de residuos que no pueden ser reciclados por el capital natural del que disponemos al ritmo que los generamos. No obstante, no conocemos todos los límites ni como se interrelacionan los diferentes elementos del sistema, donde el todo es mucho más que la suma de sus partes.


En segundo lugar, no estamos ante un lienzo en blanco donde, como en un laboratorio, podamos tantear y experimentar las mejores soluciones. Tenemos unas estructuras sociales complejas y unas instituciones que se deben adaptar a situaciones para las que no fueron creadas. La idea de que el mundo debe ser administrado como una nave espacial resulta absurda para la mayor parte de la gente. El crecimiento del producto es el credo mayoritario y, los recursos siempre van a estar ahí, aunque algunos se agoten otros nuevos tomarán el relevo. Hemos depositado una fe ciega en la capacidad del mercado para asignar eficientemente. Esa fe nos la ha proporcionado la ciencia económica que diseña fabulas que nos explican como a través de la oferta y la demanda podemos alcanzar una asignación eficiente. Se nos explica que es posible que el mundo real no sea como las fábulas, pero estas contienen los elementos esenciales para que el sistema funcione, sólo causas exógenas pueden alterar el equilibrio que le es innato. Además no debemos preocuparnos, pues si dejamos actuar libremente al mercado el equilibrio retorna por si mismo.

Sin embargo, esas fábulas nada tienen que ver con la realidad y, los desequilibrios no son fruto de causas exógenas, sino que el propio sistema. Baste mencionar el reciente Best-seller "Le Capital au XXIe siècle" de Thomas Piketty sobre la desigualdad para darse cuenta de alguno de esos desequilibrios estructurales.

Centrándonos en los recursos se plantea un grave problema que se ha descrito en el Programa para una Gran Transformación:

El paradigma neoclásico afronta la gestión de los recursos desde el punto de vista del mercado como asignador eficiente. Sin embargo, es bien conocida la existencia de los fallos de mercado, por ejemplo, un monopolio natural debido a las altas barreras de entrada es un caso arquetípico de supresión de la competencia. Pero existen más fallos de mercado que afectan de forma crucial a la gestión de los recursos naturales. Se considera que existe un fallo de mercado cuando no existen instituciones que establezcan, definan e impongan derechos de propiedad o por sus características no haya la competencia que requiere el mercado. El mercado necesita derechos de propiedad bien definidos y que los bienes sean rivales, que el consumo o uso por parte de alguien excluya su consumo o uso por parte del resto, es lo que se define como rivalidad. Ninguno de los recursos naturales cumple con ambas condiciones, y además existe el factor temporal, que empeora la situación al considerar a las generaciones futuras. El ejemplo típico de la falta de definición de los derechos de propiedad es la “tragedia de los comunes” aunque los “commons” eran una propiedad colectiva perfectamente regulada, totalmente alejada de cualquier “tragedia”. En realidad, se refiere a los recursos con libre acceso, por ejemplo la pesca, donde no existen instituciones que puedan imponer unos derechos de propiedad definidos. La tragedia significa que las decisiones individuales basadas en el propio provecho no producen el bien común, sino todo lo contrario.

Es importante destacar lo que ocurre cuando existe un conflicto entre los mercados y los bienes públicos, aquellos en los que no puede haber exclusión y no son rivales. Siguiendo un ejemplo de Daly y Farley (2004) consideremos la situación en la que aparceros brasileños son expulsados de las tierras donde trabajan en productos para el mercado local por el terrateniente, que piensa dedicar sus tierras a la explotación de un producto como la soja destinado al mercado internacional y que es altamente mecanizable. La mejor opción disponible es convertirse en colonos en la Amazonía, donde talarán un trozo de tierra, vendiendo la madera y, posteriormente, se dedicarán a su explotación agrícola. Ambas actividades son de mercado y pueden ser cuantificadas por su valor monetario y descontadas a su valor actual. Sin embargo, los servicios producidos por la selva amazónica a nivel, local, regional y global, son bienes públicos sin mercado, no tiene valoración. Existen intentos de cuantificación, sin embargo, son vanos pues el valor asignado depende de nuestros conocimientos limitados y, lo que es peor, son una función no-lineal que depende de cuantos sean los desplazados para calcular su impacto. Desconocemos el punto a partir del cual las consecuencias pasan a ser catastróficas, sólo podemos saberlo en retrospectiva. Desde el punto de vista del colono su comportamiento vendiendo la madera y cultivando la tierra es completamente consistente con un comportamiento económico estándar. Desde el punto de vista global, las pérdidas, aunque no cuantificadas, superan con mucho el beneficio individual, pero no hay mecanismos que permitan la compensación. El choque de los bienes públicos con el mercado nos conduce a una situación de empobrecimiento por destrucción del capital natural. Desde el punto de vista económico se reflejará en un aumento del PIB.”

Cuando el mercado intenta gestionar bienes que no cumplen con los requisitos necesarios su papel es, cuanto menos, mediocre. Si se trata de bienes públicos, simplemente no juega ningún papel, por escasos que sean el mercado no nos alertará y el teórico mecanismo de sustitución no actuará.

En este blog se ha comentado de forma reiterada que el fundamento último de la iglesia del crecimiento es el postulado de la sustituibilidad casi perfecta entre capital natural y capital hecho por el hombre y, se ha explicado que no se sostiene. En definitiva, la producción tal como la entiende el paradigma neoclásico sólo es posible en el Jardín del Edén.

Principios para el diseño

Daly y Farley parten requisitos filosóficos previos para que los principios puedan funcionar:

- Existen alternativas reales (no-determinismo)
- Hay estados del mundo que son mejores que otros (no-nihilismo)

Comentar que el primer requisito no suele ser aceptado, el imperialismo económico ha creado la sensación que no existen alternativas, tal como explicitaba la celebre frase de Margaret Thatcher: “There is not alternative”. Además, el principio hedónico sobre el que se basa toda la construcción neoclásica de la utilidad también puede ser resumido por otra celebre frase de la política británica: “There is not such thing as society”. Tal vez, este último es el que más firmemente está fijado en las ideas de la mayoría cuando se habla de economía como un mundo habitado por homos economicus en que el la persecución del interés propio trae, necesariamente, el bien común.

Los seis principios que proponen son los siguientes:

1- La política económica tiene siempre más de un objetivo. Cada objetivo político independiente se requiere un instrumento de política independiente.

La concepción de este principio corresponde al primer Premio en Economía del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel Jan Tinbergen. Por ejemplo, si aumentas mediante un impuesto el precio de la energía, para manifestar la escasez que el mercado no consigue reflejar debido a los fallos de mercado, perjudicas a los más pobres. Si quiere reducir el consumo de energía en busca de una mayor eficiencia y racionalidad en su uso, no lo puedes utilizar para reducir la pobreza. Para eso se puede utilizar un instrumento como Renta Básica.

El primer instrumento está encaminado a determinar la escala, el segundo la distribución. Una vez establecida la escala y la distribución es posible llevara a cabo la asignación. En el caso que se cumplan los requisitos de rivalidad y exclusión el mercado ejerce su magia.

La economía ecológica, en contraste con la economía tradicional, tiene una jerarquía de prioridades radicalmente diferente. Primero la escala, después la distribución y, finalmente la asignación. Las primeras requieren macro-asignación, la última micro-asignación como explicaremos a continuación.

De este primer principio se deriva que cada unos de estos grandes objetivos requerirá instrumentos independientes para su consecución.

2- Las políticas deben luchar por conseguir el debido grado de macro-control con el mínimo sacrifico de libertad en el nivel micro y permitir la máxima variabilidad.

Por ejemplo, se puede establecer un tope máximo de emisiones per cápita pero no todo el mundo emita el promedio calculado, siempre que el máximo no se sobrepase. Los mercados pueden proveer esa capacidad a nivel micro pero son totalmente incapaces de proporcionar macro-control.

Existen diseños de programas “cap and trade” o “cap and share” muy interesantes que proveen los incentivos necesarios para establecer un limite y proporcionar la medidas de gestión. Por ejemplo, el programa TEQs (Tradable Energy Quotas) es uno de ellos donde se combina la macro-asignación con la micro-libertad y variabilidad, en este enlace the Oil Crash se explica su funcionamiento.

3- Las políticas deben tener un margen de error cuando traten con el entorno biofísico.

Ya hemos comentado nuestro desconocimiento, que es en parte accidental y en parte esencial, de nuestro entorno biofísico. Por esa causa, los margenes de error deberían ser grandes entre nuestras mejores estimaciones de capacidad y nuestra demanda a los sistemas que sostiene la vida. Hay un problema crucial que pocas veces se tiene en cuenta y es que la reducción de los margenes de error van en detrimento de la democracia y de las libertades individuales y colectivas. Los sistemas que funcionan en sus límites sin margen de error requieren unos sistemas de orden y disciplina incompatibles con cualquier sistema democrático. La reducción del espacio de decisión democrático es algo que todos hemos podido experimentar. La globalización supone, entre otras cosas, buscar el crecimiento a través de la explotación de los flujos que proporcionan los bienes públicos de libre acceso, la conocida como Tragedia de los Comunes, supone una merma constante de la democracia, el trilema de Dani Rodrik es un reflejo de esa cuestión.

4- Las políticas deben reconocer las condiciones iniciales desde las que partimos

Aunque este principio pueda generar gran controversia, existe un hecho incontrovertible, existe un punto de partida que queremos transformar. Hacerlo mediante reformas o de forma revolucionaria es un debate que siempre existirá. El gradualismo parece la manera más innocua de afrontar las situaciones sin levantar excesivas ampollas. Pero debe reconocerse que en la práctica gradualismo se convierte en un eufemismo para no hacer nada.

En el actual sistema capitalista existen dos instituciones que se erigen por encima de cualquier otra, el sistema denominado de mercado y la propiedad privada. Estas instituciones conviven con la propiedad pública y la regulación gubernamental, una convivencia en ocasiones difícil e inestable. Todos los países democráticos consideran límites a las instituciones capitalistas fundamentales, aunque hay quien opina que la única labor del Estado no es limitarlas sino protegerlas ya que cualquier interferencia perturba ese equilibrio quimérico que se convierte en una distopía, al menos para la inmensa mayoría de la población.

Si realmente es posible englobar estas instituciones en una economía en estado estacionario está por ver, pero hay muchos países que al menos nominalmente tienen establecidos límites y en otros, donde esos límites se han ejercido con mayor o menos intensidad.

5- Las políticas se deben poder adaptar las condiciones cambiantes.

Si tenemos en cuenta lo expresado en el tercer principio y, dada la variabilidad que es propia de los sistemas complejos, este principio se podría considerar como su corolario lógico.

Además, huelga decir que la aplicación de principios teóricos que funcionan bien sobre el papel fracasan en la realidad simplemente porque muta o, porque los efectos colaterales que se han despreciado son realmente importantes.

6- Las unidades de decisión de la política económica deben ser congruentes con el dominio de causas y efectos que tiene por objetivo.

Desde mi personal punto de vista, este es el meollo de la cuestión. Aquí convergen todos lo debates que cualquiera de los anteriores principios plantea.

Daly y Farley proponen el conocido principio de subsidiaridad, es decir, los problemas deben ser tratados por la unidad de decisión más pequeña que incluya el dominio de causas y efectos. O en otras palabras, los problemas deben ser tratados por instituciones cuyo dominio de decisión coincida o más se aproxime a la escala del problema.

Parece claro que lo ideal sería tener instituciones que lidiaran con los problemas que se presentan en su dominio. No obstante, hemos reiterado la complejidad del sistema, sus interacciones y su dinamismo. En cuanto intentamos delimitar es probable que efectos colaterales de problemas locales tengan ramificaciones regionales o globales. La recogida de basuras y residuos puede ser en principio un problema local hasta un cierto punto, ya que determinados contaminantes tienen efectos más allá del ámbito de decisión local.

En cualquier debate que nos planteemos el problema del ámbito de decisión surge por doquier y, las discusiones acaban girando sobre la imposibilidad de implantar políticas excepto que tengan un alcance más amplio ya que existe un efecto “free-raider” lo que nosotros hacemos otros lo deshacen o se aprovechan sin ningún sacrificio. ¿Cómo vamos a implantar determinadas políticas de ahorro si nuestro ahorro significa una menor demanda que otros llenarán consumiendo lo que dejamos de consumir?.

Nadie puede negar que los retos son enormes, que el sólo paso de reconocer la necesidad de una escala óptima y la existencia de un crecimiento anti-económico resulta extremadamente difícil.

No obstante, el acuerdo en los principios que permitan diseñar y proponer políticas efectivas para la transformación es imprescindible.

Objetivos y jerarquía

Para la economía ecológica existen tres objetivos básicos que tienen una jerarquía.

1. Tantear la escala óptima, sostenible en el sentido de la renta de Hicks. Indudablemente sería estupendo tener un modelo dinámico que nos permitiera determinar la escala óptima, pero eso sería una distopía y impediría la adopción cualquier medida.

2. Aplicar la justicia distributiva, que es una cuestión puramente normativa, alejada de cualquier regla pretendidamente objetiva. Además, en un mundo sin crecimiento del producto no se puede “vender” el crecimiento como el bálsamo de Fierabras que todo lo cura. El empeño en el crecimiento y el “trickle down” es de carácter puramente ideológico. Incluso dentro del propio paradigma existe un resquebrajamiento creciente que solicita medidas cuasi revolucionarias para establecer un máximo de desigualdad sopena de acabar con el propio sistema.

3. La asignación que con las restricciones impuestas por la escala óptima, macro-asignación, y la distribución actuaría a través del mercado. Sólo en ese momento, a diferencia del paradigma vigente, es posible una asignación eficiente, en el sentido de sostenible. Sería una economía que reduce el flujo de transformación y máximiza la conservación del capital hecho por hombre y del capital natural, que considera como complementarios.

El problema de la escala consiste en primer lugar en determinar que recursos son escasos y por ende valiosos por lo deben ser conservados. Quienes los poseen y como se reparten es una cuestión de distribución que no sólo afecta a las generaciones presentes sino también a las futuras. Los sistemas de “cap and trade” pueden ser instrumentos válidos y adaptables para esas políticas.

En realidad, el objetivo de estos sistemas es hacer que bienes y servicios que no cumplen con la condiciones para ser de mercado (rivalidad y exclusión) se conviertan en bienes de mercado, pero donde previamente se ha establecido una escala (cap) y una distribución ya que se asignan derechos de forma justa sin tener en cuenta la distribución previa de la riqueza. Sin embargo, no siempre es posible convertir todos los bienes y servicios en algo tratable por el mercado lo que nos obligará a soluciones diferentes.

En este punto, debe hacerse una precisión importante. Suponiendo que existe una asignación paretiana óptima si cambiamos la distribución de riqueza quedará automáticamente alterada. No podemos establecer un límite o alterar la distribución de riqueza (asignando derechos de propiedad a bienes que hasta ahora no tenían valor de intercambio) sobre la base de los precios relativos que corresponden a otra distribución de riqueza. Eso implica un razonamiento circular, porque los precios pasan a depender de la escala y la distribución.

Primero, se debe determinar la escala mediante la imposición de restricciones cuantitativas, si un bien es libre no tiene sentido su distribución. Posteriormente la distribución de esa riqueza, en forma de capital natural, que pertenece a todos los seres humanos y finalmente la asignación eficiente que corresponde a los mercados en aquellos bienes a los que se pueda aplicar su lógica. Como los precios obtenidos tienen en cuenta la escala y la distribución serán sostenibles.

Es cierto, que la mera asignación de ciertos derechos sobre bienes o servicios no son de mercado muy posiblemente no sea suficiente para limitar la desigualdad que en una economía en estado estacionario requiere que se mantenga dentro de un cierto rango. Esto no es en absoluto una idea radical, hemos de pensar que en el período posterior a la SGM, en los países donde menos desigualdad había, existían y, en muchos caso, existen elevados impuestos sobre las rentas (reales no nominales), lo que contribuía grandemente a su desarrollo.

Los límites cuantitativos y los criterios de distribución son elecciones normativas que debería reflejar los valores de justicia social y sostenibilidad. Apuntar que son igual de normativas como el compromiso del paradigma neoclásico con la propiedad privada o la optimalidad de Pareto.

El hecho distintivo principal del paradigma neoclásico es el hedonismo y el individualismo como criterios rectores. Cabe mencionar que está postura tan separada de la realidad social comporta unos problemas insolubles en forma de falacias de agregación. Esto no es una mera opinión, sino una constatación que se deriva de las propias hipótesis que utilizan para la construcción de sus modelos. En este caso, han sido los propios economistas neoclásicos los que han demostrado esa inconsistencia, aunque no han sacado o no han querido sacar las conclusiones que de ello se derivan supongo que a la espera de un nuevo paradigma (Khun).

Pero volvamos al problema de la escala que hemos considerado el primordial. La cuestión que se nos plantea es la forma más efectiva para imponer los límites necesarios. En el lado de los recursos de baja entropía o en el control de los residuos de alta entropía. Si desechamos la idea neoclásica de describir a un ser vivo sin boca ni ano ¿Cómo podemos controlar mejor su tamaño?.

En el caso del ser vivo la respuesta parece obvia, también en el caso de la escala de la economía, ya que los lugares donde se extraen y explotan los recursos son mucho más fáciles de controlar que el vertido de residuos, es un simple problema de extensión. No obstante, debemos apuntar a que no todos los procesos de transformación tienen el mismo impacto en contaminantes aún utilizando recursos similares, la tecnología no es neutra, todo lo contrario. Por eso, en determinados casos puede ser necesario un control adicional del otro extremo de la transformación, los residuos.

En todo caso, en aplicación del primer principio de la termodinámica, la reducción del flujo de entrada se ha de traducir en una reducción del flujo de salida en forma de residuos de alta entropía.

Límites cuantitativos y precios

Pero como establecemos el límite ¿a través de los precios o limitando las cantidades?. Parece que si tenemos un curva de demanda que hace corresponder precios con cantidades fijando cualquiera de ellas estamos determinado la otra magnitud.

Por ejemplo, mediante impuestos podemos aumentar el precio de forma que el mercado nos determinará la cantidad de equilibrio para ese nuevo precio. Sólo hemos de determinar cual es el precio para la cantidad límite que es nuestro objetivo. También podríamos fijar la cantidad límite y dejar que el mercado estableciera el precio. Está claro que lo primero que necesitaríamos es conocer cual es la curva de demanda y eso parece fuera de nuestro alcance. No sólo es un problema de incertidumbre sino que si imaginamos una curva de demanda como la de los libros de texto con pendiente negativa (si aumenta el precio disminuye la cantidad), tenemos que revisar nuestras bases teóricas. Sólo es posible obtener una curva de demanda agregada de tal forma (pendiente negativa) bajo condiciones tan restrictivas e irreales que no son de ninguna utilidad (teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu). La condición se resume en que haya un solo consumidor (un agente representativo) que ante aumentos de su renta mantenga constantes sus hábitos de consumo, de está manera tan increíble se salva la falacia de composición que aqueja a la curva de demanda agregada.

La economía ecológica aboga por la fijación de la cantidad mediante cuotas que es en realidad la magnitud física que determina la escala, no el precio.

El paradigma neoclásico afronta el problema, cuando lo hace, de una forma radicalmente distinta ya que postula que no existe complejidad (información perfecta sin costes de transacción) siendo, en consecuencia, capaz de medir las externalidades, a las que reduce el problema para una correcta asignación. En consecuencia, la correcta asignación se puede alcanzar mediante impuestos que internalizan los costes y, de esta manera, se ponen en funcionamiento los mecanismos de sustitución que estaban inhabilitados por los fallos de mercado. El siguiente enlace del Fondo Monetario Internacional es un fiel reflejo de está aproximación en el que no se renuncia al crecimiento ilimitado mediante el cambio tecnológico, al que estos impuestos ayudan a través de revelar escaseces que el mercado por si mismo no refleja. Sin embargo, más allá de otras consideraciones, una economía en crecimiento requiere necesariamente un continuo manejo de los precios relativos a través de los impuestos. En contraste, la fijación de cuotas hace que la oferta sea infinitamente inelástica, sin que pueda haber un aumento simultáneo de precios y de consumo, sólo de precios. Se trata, por lo tanto, de un sistema más directo y transparente.

Sin duda, problemática será la distribución de la propiedad de los nuevos activos que hemos convertido en escasos o, en relativamente más escasos. Mientras que los derechos de propiedad de la mayoría de recursos están asignados, no ocurre igual con los servicios que proporciona el capital natural, como la capacidad de absorción de residuos. En términos generales, podemos considerar que las fuentes de recursos ya tienen derechos de propiedad asignados y los vertederos de los residuos no. Controlar el flujo de recursos tiene mucho más impacto en los derechos de propiedad que controlar los vertederos. Si queremos minimizar el impacto tal como establece el cuarto principio, las actuaciones se encaminan hacia el control de los residuos. Sin embargo, controlar los residuos es lo mismo que hacer una presa en el punto más ancho del río.

Pero hemos de tener en cuenta que existen diferentes sistemas de propiedad privada. Por ejemplo, en España la propiedad de un terreno donde existe un recurso en el subsuelo no pertenece la propietario, aunque le son reconocidos ciertos derechos. En definitiva, aunque hablemos a nivel global de propiedad como un derecho monolítico, se trata en realidad de un conjunto de derechos. En todo caso, limitar el ritmo de explotación de un recurso no renovable no significa que el propietario no tenga derecho a la retribución que le corresponde por su cuota, sólo se le ha expropiado el derecho a decidir el ritmo de explotación. De hecho, existen multitud de regulaciones estatales existentes que limitan la propiedad privada. Aunque algunos consideren que en lo suyo pueden hacer lo que quieran eso no es cierto ni siquiera en los Estados más liberales.

Lo que es cierto, es que hasta al fecha las tímidas política implantadas, son mayormente indicativas e intentan construir la presa en la parte más ancha del río.

Señalar que las políticas encaminadas al encarecimiento de determinados productos energéticos, como la propuesta como el FMI a través de impuestos, o mediante derechos de emisión sólo son compatibles con el crecimiento si es cierta la hipótesis de la sustituibilidad. Si el capital natural es complementario del capital hecho por el hombre, como creen los economistas ecológicos y creo que ha sido desmostado más allá de toda duda (Jardín del Edén) la limitación del capital natural significará una limitación del capital hecho por el hombre. Esto también es una explicación de porque las propuestas significan una claudicación del paradigma neoclásico, al requerir a un regulador externo, es decir, un planificador omnisciente que solucione el problema de los bajos precios relativos. Añadir, que la raíz del problema es que el precio del recurso no renovable, como el petroleo, no informa sobre la escasez de las reservas finitas sino de la capacidad de extracción que está directamente vinculada y al tipo de descuento aplicado como se explica en otro fragmento del “Programa para una gran Transformación” en su apartado de gestión prudente de los recursos:

Las asunciones básicas del paradigma neoclásico son: maximización del interés propio; y el criterio de Pareto como un sistema “objetivo” de asignación. Con esas premisas los intereses de generaciones futuras se tratan con el instrumento del descuento de flujos para obtener el valor neto actual y realizar las comparaciones pertinentes con las alternativas. La citada operación tiene un sesgo contrario a cualquier criterio de sostenibilidad, cuanto más alto el tipo de descuento peor, en el sentido de la renta de Hicks antes citada. El descuento valora sistemáticamente los beneficios y costes futuros menos que los presentes. 1.000 € ahora tienen un valor mayor que 1.000 € en el futuro, cuando más lejano sea el futuro menor será su valor presente. La razón es que hay un coste de oportunidad, puedo invertir 1.000 € ahora con una cierta rentabilidad. Este criterio del descuento es el que subyace en la regla de Hotelling, no confundir con la ley de mismo autor, que concluye que en competencia perfecta el precio de los recursos no renovables debe aumentar acompasadamente con el tipo de interés de mercado en cada momento.

Sin embargo, los precios de los combustibles fósiles no muestran el citado comportamiento. En el caso del petróleo, la serie histórica muestra, en el largo plazo, una gran estabilidad a precios constantes. En primer lugar, los mercados de los combustibles fósiles están lejos de ser un mercado en competencia perfecta. En segundo lugar, los precios no reflejan la escasez de los recursos en su estado natural, sino la escasez o abundancia de lo que hemos extraído que depende de nuestra capacidad de extracción. Como se suele afirmar respecto al crudo, lo relevante no es el tamaño del barril sino del grifo. Si tenemos un precio relativamente bajo del recurso se incrementará su ritmo de extracción, pues la lógica económica nos indica que la mejor opción es venderlo e invertir el beneficio obtenido en las alternativas con mayor rendimiento. Además el precio bajo rompe el estímulo de la sustitución, mediante el uso de tecnologías alternativas y, por el contrario fomenta las actividades complementarias, lo que abunda en el agotamiento del recurso.

De lo anterior deducimos que es más efectivo limitar la cantidad en la fuente, pero tropezamos con el problema de los derechos de propiedad previamente asignados. Por otro lado, la utilización de sistemas “cap and trade” o “cap and share” parecen más efectivos que los sistemas impositivos para establecer un límite efectivo al flujo de recursos. No obstante, los impuestos tienen una enorme ventaja siguiendo el principio 4, los sistemas fiscales y sus correspondientes instituciones están mucho más desarrolladas y permiten una implantación más rápida en una primera etapa.

Resdistribución

La actual distribución de riqueza, es decir, de los derechos de propiedad es la cuestión más delicada que se debe afrontar en un mundo que se define como sostenible y, por lo tanto, tiene en cuenta a las futuras generaciones. Si pretendemos una redistribución, ya sea creando nuevos activos valiosos, ya sea limitando los derechos de propiedad existentes estamos cuestionando el punto de partida. Sin embargo, no nos llevemos a engaño, porque una de las funciones esenciales de la política es crear, mantener, transformar y redistribuir los derechos de propiedad.

A diferencia de la rivalidad que es una propiedad física, la exclusión depende del ejercicio de los derechos de propiedad que sólo se pueden ejercer si existe una institución social que lo ampare y permita. Sabemos que no siempre es posible asignar derechos de propiedad o que asignados son difíciles de ejercer (por ejemplo la propiedad intelectual).

Un derecho de propiedad lo es en tanto en cuanto impone el deber y la obligación a otros miembros de la comunidad de respetarlo o enfrentarse a las consecuencias de no hacerlo. Sin embargo, ese derecho, o mejor conjunto de derechos no se ejerce en el vacío. Las leyes me pueden imponer obligaciones o limitaciones a la propiedad. Existe, por consiguiente, una relación a tres bandas, el propietario, el resto de la sociedad y el estado o institución que autoriza y permite el ejercicio de los derechos y obligaciones que son inherentes a la propiedad.

Si no hay derechos de propiedad puede existir el privilegio. Si el aire no tiene derechos de propiedad yo puedo contaminarlo tanto como quiera ya que los demás no pueden ejercer sus inexistentes derechos contra mi.

En un mundo vacío, donde los impactos globales son reducidos, aunque pueda haber impactos locales, la necesidad de limitar el privilegio de unos en detrimento de otros no tiene la misma relevancia, que en un mundo lleno, donde los impactos negativos se multiplican afectando a gran número de personas en diferentes ámbitos de decisión. Cuando los costes sobre los demás se hacen muy importantes es necesario imponer limites. En un sistema que medra con el crecimiento sin contabilizar los costes que impone a los demás la globalización es una bendición. Mediante la globalización puedo buscar lugares donde esos límites no se impongan, donde sea más fácil controlar los gobiernos deseosos del maná del crecimiento económico a cualquier precio. En especial, porque el reparto de costes y beneficios es asimetrico, favorece en gran medida a las élites locales e impone fuertes costes a la gran masa de la población. De esa forma, mato dos pájaros de un tiro, mediante la movilidad de capitales deslocalizo la producción y obligo a los países más desarrollados, generalmente democráticos, a relajar los controles para competir. Consigo pervertir el sistema, de forma que de un ser humano un voto pasemos a un dólar, euro, yen o una libra un voto. Lo que decidan los electores queda en agua de borrajas ante una realidad que impone tales límites de forma que las elecciones democráticas quedan capitidisminuidas. El romper ese circulo vicioso es esencial, pues sin la capacidad de ejecutar políticas es imposible transformar la realidad.

Finalmente, señalar que los derechos de propiedad no tienen porque ser necesariamente privados y, que algunos o todos ellos se pueden segregar. También puede suceder que el ejercicio individual del derecho sea completamente imposible o tenga un coste desproporcionado.

Por otra parte, aunque el ejercicio individual sea difícil o imposible no sucede lo mismo si los derechos se ejercen colectivamente ya sea mediante una propiedad común, ya se a través del estado. El que la economía neoclásica rechace de inicio cualquier consideración sobre otras formas de propiedad sobre la base de la idea proveniente de Locke de que la propiedad es un derecho natural pre-existente a la sociedad y al estado: “The reason why men enter into society is the preservation of this property” es a la luz de nuestros conocimientos actuales tan absurda como la fábula del trueque tan querida por los economistas clásicos como explicación para la creación del dinero.

Acabar con el “achique de espacios”

El diseño de políticas para la transformación requiere que acabemos con el “achique de espacios” que el imperialismo económico significa y, reconquistemos parcelas de poder que, especialmente, desde los años 80 del siglo pasado se han convertido en dogmas de fe de la iglesia del crecimiento indefinido.

En cualquier caso, cualquier sociedad debe alcanzar un amplio consenso en temas éticos, sociales, políticos así como las instituciones reguladoras, algo que podríamos denominar con cierta laxitud el “contrato social”. Sin embargo, el imperialismo económico ha permitido reducir el campo de ese contrato a dimensiones mucho más reducidas de lo que fue en otros momentos, bajo un falso velo de positivismo, libre de valores, que tiene efectos devastadores sobre la sociedad.

El reto es colosal, pero la necesidad lo es aún más. No se puede ocultar que las políticas que podamos diseñar siguiendo estos u otros principios tienen una inevitable componente de intento y error. En todo caso, siempre que seamos capaces de sacar las conclusiones adecuadas podremos avanzar en el cambio de rumbo, pero nuestro problema principal es que el tiempo se agota.

lunes, 26 de mayo de 2014

La economía del Jardín del Edén

Nicholas Georgescu-Roegen es el padre de la economía ecológica pero sus contribuciones a la teoría neoclásica le procuraron grandes elogios que se convirtieron en incómodos silencios cuando, a causa del rumbo de su trabajos, colisionó con los fundamentos que sostienen el paradigma neoclásico.

En está entrada del blog nos centraremos en un aspecto concreto, pero de extraordinaria relevancia, como es la crítica que Georgescu-Roegen dirigió a la teoría de la producción neoclásica cuyo principal exponente es Robert Solow.

Uno de sus discípulos más destacados, con el que mantuvo sus diferencias, es Herman Daly, al que hemos dedicado las tres entradas anteriores (aquí, aquí y aquí). Partimos como base de un documento de Daly a raíz de un debate mantenido en el foro de discusión de Ecological Economics, donde se expone la crítica de Georgescu-Roegen a la función de producción neoclásica, en concreto al formato con recursos naturales debido a Joseph Stiglitz. El documento de Daly (traducción al castellano) tiene un interés añadido por la introducción, en la que nos explica la trayectoria de su maestro y su carácter difícil que no le granjeaba precisamente simpatías, ni siquiera entre los que estaban básicamente de acuerdo con su pensamiento. También, es relevante por incluir las breves pero jugosas respuestas de Solow a las cuestiones planteadas por Daly y los comentarios de este último.

El documento nos explica algo que nos sonará familiar del paradigma neoclásico, su dejación absoluta de las leyes naturales, que parecen no influir en su fábula del mundo, lo que Georgescu-Roegen califica acertadamente de Jardín del Edén en contraposición al mundo real.


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No obstante lo cual, ese paradigma es la base y justificación de las medidas políticas y sus narrativas correspondientes que en palabras de sus más insignes defensores no tienen alternativas. En efecto, si la economía es independiente de los recursos naturales y no produce residuos como nos explica las diferentes funciones de producción eso cimienta el paradigma en el que la economía es "el todo relevante", siendo el medio ambiente o la sociedad meros apéndices. No pretendo, sobre la base de la función de producción sostener que la visión preanálitica neoclásica se fundamenta únicamente en ella, pero si creo que es el corazón de la misma y sobre ella se libran cruentas batallas entre las diferentes escuelas económicas. Como comprobaremos, las conclusiones a las que llegamos tienen grandes concomitancias con los resultados a los que llegan Joan Robinson y Piero Sraffra en el marco de la controversia de Cambridge, ya que ambas afectan a la teoría de la distribución de ingreso entre los factores.

En este documento, como en otros anteriores, se enfrenta la visión del relojero, donde los fenómenos mecánicos son reversibles, con la visión termodinámica en la que los fenómenos son desde un punto estadístico abrumadoramente irreversibles.

Antes de entrar en materia una breve digresión sobre los principios termodinámicos tan importantes para Georgescu-Roegen y la economía ecológica en vivo contraste con el mainstream económico. En todo caso, el lector ilustrado se puede saltar esta parte sin demérito del tema principal de la entrada.

El concepto de entropía para Georgescu-Roegen

Georgescu-Roegen considera que la entropía tiene, ante todo, un significado fenomenológico, de fácil comprensión, sin necesidad de complicadas fórmulas. Se basa en una distinción puramente antropomórfica, la energía disponible y la no disponible. La que es capaz de generar potencia para realizar un trabajo útil en un tiempo determinado y aquella que no. La entropía se define:

Entropía = Energía no disponible/Temperatura

El incremento de entropía está directamente relacionado con la flecha del tiempo en un sistema aislado, como se supone que es el universo. El transcurso del tiempo, implica un aumento de la energía no disponible hasta que el sistema se estabiliza y toda la energía es no disponible y, como consecuencia, la flecha del tiempo desaparece.

En un sistema cerrado, esencialmente como la Tierra, donde sólo hay intercambio significativo de energía con el entorno (el intercambio de materia es muy pequeño a escalas de tiempo significativas para los seres humanos) la entropía puede disminuir, como lo puede hacer en un sistema abierto con intercambio de materia y energía con el entorno, como en los seres vivos. Lo anterior podría indicar que, como mantiene el paradigma neoclásico, la entropía no tiene relevancia. Es importante destacar que éste es un punto esencial, pues el dinero o la utilidad no se rigen por las leyes de la termodinámica, pueden crecer sin límite. Sin embargo, si concebimos el dinero como la representación de la riqueza real y confundimos la vara de medir con lo que mide podemos llegar a la conclusión de que la segunda puede crecer sin tener en cuenta los límites termodinámicos como si fuera dinero, lo que es totalmente falso.

Georgescu-Roegen nos dice que las leyes de la termodinámica a diferencia de otras leyes naturales expresan una imposibilidad. La no disponibilidad no se debe a razones puramente técnicas, sino a la naturaleza humana finita. ¿Qué está queriendo decir Georgescu-Roegen?

Si hemos elevado un peso mediante una máquina térmica podemos revertir el proceso, tenemos energía potencial que podemos convertir en energía térmica, el problema es que nuestra "finitud" nos impide evitar la fricción. Si pudiéramos movernos infinitamente lentos desaparecería la fricción y conseguiríamos volver a tener la misma energía pero es contrario a la naturaleza humana ya que no somos inmortales. De esta forma expresamos la segunda ley en términos antropomórficos.

En el pensamiento de Georgescu-Roegen lo más polémico es, sin duda, su cuarto principio de la termodinámica (que es en realidad el quinto pues existe el principio cero del equilibrio térmico) o la extensión del segundo principio de forma diferenciada a la materia, que hace imposible el reciclaje íntegro de cualquier material.

La materia como la energía sólo existe en dos estados desde el punto de vista antropomórfico, disponible y no disponible y se degrada continuamente de forma irreversible. Para Georgescu-Roegen la disponibilidad de energía no impide la degradación de la materia ya que además de energía se necesita una cantidad infinita de tiempo del que no disponemos. Si recordamos que la tierra es un sistema quasi cerrado a efectos prácticos, esta degradación de la materia impide la existencia de un estado estacionario. Esta es la raíz de su discrepancia con Herman Daly, su discípulo.

Retomemos la función de producción y la crítica de Georgescu-Roegen.

La función de producción en el Jardín del Edén

La función de producción neoclásica soporta la más fundamental de las creencias del paradigma neoclásico que es la inexistencia de escasez de los recursos naturales. Sólo existe una escasez superficial que se puede remediar con la adecuada inversión de capital y dotación de tecnología y, en consecuencia, el crecimiento indefinido es no sólo posible, sino la meta deseable para el bienestar de la humanidad.

La cuestión del crecimiento indefinido tiene una función ideológica primordial, la de diferir cualquier discusión sobre la actual distribución del ingreso y, en especial, de la riqueza hacia el futuro, lo que resultaría imposible de hacer en una economía del estado estacionario.

La crítica de Georgescu-Roegen se centra en una función Cobb-Douglas, con tres factores de producción: trabajo, capital y recursos. Eso suena bien y, podría parecer un "revival" de los factores de producción clásicos donde la existencia de la tierra suponía un límite que conducía a un estado estacionario de la economía. Nada más lejos de la intención de Stiglitz con la formulación de esta nueva versión de la función de producción que en consonancia con el documento llamaremos Solow/Stiglitz.

Como aduce Georgescu-Roegen no es más que un truco, no se trata realmente de introducir los recursos y, considerar que capital y recursos son esencialmente complementarios y, sólo, marginalmente sustitutivos. Tal admisión provocaría una reacción en cadena de efectos devastadores en el paradigma neoclásico, al introducir procesos irreversibles que deben ser afrontados. Como se trata de una mecánica newtoniana sólo consiste en mover las cosas de sitio y reemplazarlas.

La metáfora de Daly sobre la función como una receta para la elaboración de un pastel describe de forma amena cual es la realidad que se nos presenta con disfraz matemático. Consiste en elaborar un pastel sin ingredientes, sólo con el cocinero y la cocina y sus útiles, o en la receta mejorada, podemos hacer el pastel tan grande como queramos sin necesidad de aumentar la cantidad de ingredientes, necesitamos más cocineros o remover más rápido o una cocina más grande, pero no más ingredientes.

¿Cómo es posible tal conclusión?. La respuesta es sencilla, basta con violar el primer y segundo principio de la termodinámica que es lo que hace la función de producción Solow/Stiglitz. No es extraño que Georgescu-Roegen les acuse de no diferenciar el mundo real del Jardín del Edén.

El primer principio se viola porque no se tiene en cuenta que cualquier incremento de capital como sustituto casi perfecto de los recursos significa un agotamiento adicional de los mismos. 

Solow y Stiglitz no podrían haber creado su truco de magia si hubieran tenido en cuenta; primero, que cualquier proceso material consiste en la transformación de algunos materiales en otros (el flujo de elementos) realizado por algunos agentes (el fondo o stock de elementos) y; segundo, que los recursos naturales son la verdadera savia del proceso económico. No son como cualquier otro factor de producción. Un cambio en el capital o el trabajo puede sólo disminuir la cantidad de residuos en la producción de una mercancía: ningún agente puede crear el material en el que trabaja. Ni puede el capital crear el material del cual está fabricado. En algunos casos, puede que el mismo servicio tenga que ser suministrado por un diseño que requiera menos materia o energía. Pero incluso en esa dirección, existe un límite, a menos que creamos que el destino final del proceso económico es un Jardín del Edén terrenal.

Sin duda muchos creen en el Jardín del Edén y proponen políticas como si fuera una realidad. La forma en la que viven la mayoría de las personas en el mundo real nada tiene que ver con tan idílica imagen. Pero eso no importa, porque es la esperanza de crecimiento indefinido lo que sostiene el sistema. Dicho lo cual, tiene bemoles acusar a cualquier alternativa de utópica o irrealizable con estos mimbres.

La violación del segundo principio es de carácter estructural para el paradigma neoclásico, la entropía no es relevante. Esto nos permite eliminar cualquier escasez ya que disponemos siempre de energía. La ausencia de entropía, a efectos prácticos, invalida la distinción que hace Georgescu-Roegen entre energía disponible y no disponible, toda la energía es siempre disponible. El Jardín del Edén está poblado de alquimistas que transmutan una materia abundante en otra escasa sin esfuerzo. La materialización de la ausencia de entropía en el paradigma neoclásico se materializa en la sustituibilidad de los recursos por el capital, esá es la piedra angular que permite edificar la iglesia del crecimiento sobre la base de producir más, tener más, y estar, en consecuencia, mucho más satisfechos. Como dice Daly si la lluvia es buena, un aguacero torrencial es mucho mejor, ¿alguien lo duda?

En la crítica a la función de producción Solow/Stiglitz me gustaría destacar un argumento puramente lógico. Si partimos de la premisa de reconocer la sustituibilidad entre capital y recursos se sigue la reversibilidad, si podemos excluir los recursos de la función de producción de la misma forma podemos incluirlos y excluir el capital. La reversibilidad que proviene de ese postulado de sustituibilidad encaja como un guante de seda en la visión de la producción como un proceso mecánico y, en consecuencia, reversible. No obstante, si proponen tal cosa les miraran como un orate, a pesar de que el argumento es impecable.

Por otra parte, como Daly destaca en su documento, lo más devastador de la introducción de los recursos en la función de producción es que los productos físicos marginales de capital y trabajo son cero si queremos respetar la ley de la conservación de la energía/materia. 

Esto es porque la definición de producto marginal de un factor requiere que las cantidades de los otros factores se mantengan constantes cuando una unidad más del factor variable se añade. Pero, cuando los recursos se mantienen constantes, entonces no puede haber una unidad adicional de producto cuando el trabajo o el capital aumentan porque no existe una unidad extra de substancia material para fabricar la unidad adicional de producto—debería ser producida de la nada, de nuevo infringiendo la primera ley de la termodinámica. La cuestión no se limita a las funciones Cobb-Douglas—cualquier función de producción que obedezca la primera ley de la termodinámica no puede evitar la estricta complementariedad entre los recursos de una parte y el capital o el trabajo de otra.

Que los productos marginales de los factores sean cero destruye la teoría de la distribución neoclásica y al llegar a este punto coincidimos con Robinson y Saffra que destruye la posibilidad de definir la productividad del capital (físico) en términos monetarios unívocos.

El modelo de flujo de fondos de Georgescu-Roegen se contrapone vivamente a las funciones de producción neoclásicas:

Enfatiza que lo que físicamente llamamos “producción” es realmente transformación—de recursos en productos útiles y residuos. Trabajo y capital son agentes de transformación (causas eficientes), mientras que los recursos, materia/energía de baja entropía, son “aquello lo cual es transformado” (causa material). Podemos sustituir una causa eficiente por otra, o una causa material por otra, pero la relación entre causas materiales y eficientes es fundamentalmente de complemetariedad no de sustituibilidad.

Como afirma Daly, si el paradigma neoclásico asumiera que lo que transforma (fondos) no puede sustituir a lo que es transformado (flujo) deberían asumir que la economía no es más que un subsistema de un sistema complejo, finito, entrópico, no creciente y materialmente cerrado.

Antes de pasar a las significativas contestaciones de Solow, Daly hace una precisión de enorme interés. Conocedor de la afición a sacar en santa procesión al progreso tecnológico, si recuerdan es aquello que los econometras no pueden medir pero convenimos en llamarle así, advierte que estamos debatiendo una función de producción que describe la producción actual con una tecnología dada. En todo caso, todas las tecnologías deben cumplir con los principios de la termodinámica, al menos, mientras estos no sean falsados.

Las respuestas de Robert Solow, premio del Banco de Suecia en economía en memoria de Alfred Nobel, a las cuestiones planteadas por Daly a raíz de la crítica de Georegescu-Roegen no tienen desperdicio y, muestra cual es la forma de pensar mayoritaria en el mainstream por uno de sus más insignes representantes.

Quiero destacar algo que se ha mencionado en diversas ocasiones en este blog y es una cuestión en la que se refugian normalmente los economistas del paradigma dominante y, es la teoría efectiva. Ésa es la tesis  que defiende Solow en la respuesta a la segunda pregunta:

porque hasta ahora, y al nivel de agregación, ámbito geográfico y extensión temporal, el equilibrio material no ha sido un factor determinante en el crecimiento de las economías industriales”.

Es significativo el "hasta ahora" y, si fuera así, como sabemos cuando deja de ser efectiva. Esto nos recuerda lo que Daly nos explica acerca de la inexistencia de una regla de cuando parar a nivel macroeconómico, la asunción de que la actividad económica es abrumadoramente positiva medida en términos de PIB hace que no existan cuentas separadas de costes y beneficios y, no sepamos cuando los primeros superan a los segundos lo que se traduce en crecimiento antieconómico.

Personalmente, la respuesta que más me impacta es la última:

"no hay duda que todo está sujeto a la ley de la entropía, pero esto no es de importancia inmediata práctica para tener que modelizar que hay después de un breve instante de tiempo en un pequeño rincón del universo”.

Parece entender que la entropía no es una mera ficción inventada por los físicos destinada a fastidiar a los economistas, sino una realidad de la naturaleza de carácter ineludible....pero sólo a escala cósmica y en un tiempo que medimos en eones. Desde ese punto de vista, la teoría efectiva tiene larga vida, no hay que preguntarse cuando dejarla, al menos, en los próximos dos millones de años, por poner una cifra.

Me temo mucho que míster Solow o es en exceso optimista, o sabe que no hay forma coherente de defender lo que es indefendible y, se sale por la tangente. No vivimos en el Jardín del Edén y, es hora que asumamos ciertas dosis de realidad en nuestras fábulas, lo que conlleva el abandono de los fundamentos más básicos de cómo vemos y explicamos un mundo donde se nos presenta a la economía como el todo relevante.

En mi opinión, lo anterior es sólo una representación, la mera apariencia, que esconde la realidad política (social) del sistema capitalista. Para explicarlo un ejemplo, en el libro de Nitzan y Bilcher "Capital as power" se describe una anécdota del patriarca Rockfeller que afirmaba que su mejor inversión había sido fundar y financiar la Universidad Baptista de Chicago cuna de la función de producción y la bastión de la escuela neoclásica. Los Rockefeller son el arquetipo de sin importar los medios limitar la competencia, controlar los precios, confiscar, incautar a través de su apoyo a dictadores los recursos naturales de otros, etc... Resulta palmario que los Rockefeller nunca creyeron en las virtudes del libre mercado como las relata la escuela neoclásica, excepto como propaganda que les permitía realizar sus tropelías amparados por una pátina "científica" que justificaba su lucha y conquista del poder sobre los demás, al final ese es el juego de verdad, pero eso es otra historia.

jueves, 27 de marzo de 2014

La economía del estado estacionario vs el fracaso en el crecimiento

Herman Daly afirma en esté documento (aquí la traducción al castellano) de 2008 confeccionado para la "Sustainable Development Commission" del gobierno del Reino Unido lo siguiente:


"Una economía que fracasa en el crecimiento y una economía en estado estacionario no son la misma cosa; son realmente las alternativas a las que nos enfrentamos"

Después de leer algunos artículos y oír diversas opiniones sobre el posible advenimiento de una economía estacionaria, tengo el convencimiento de que muchos confunden el fracaso en el crecimiento con una economía en estado estacionario.


La principal disensión parte de la visión preanalítica que comentábamos en la entrada anterior, ya que la forma de plantear las preguntas difiere sustancialmente si consideramos a la economía como un subsistema social y ecológico o, si vemos a al economía como el todo.

Incluso viendo a la economía como un subsistema ecológico podemos considerar que los límites del crecimiento aún están lejanos, lo que Daly denomina mundo vacío. Y que una teoría efectiva de la economía no tiene porque contemplar límites físicos o biológicos que introducen una complejidad innecesaria sin aportar una mejor comprensión del fenómeno económico. Con esta última aseveración estarían de acuerdo la inmensa mayoría de los economistas, sin importar tendencias, aunque sus discrepancias en otras cuestiones puedan ser abismales. Daly  explica lo peligroso que es esa forma de pensar, ignorando las leyes de la física, en el capítulo 5 de su libro Steady State Economics (1977)  "Un catecismo de las falacias del crecimiento":


"La ciencia convirtiendo la base de los recursos en más homogénea, elimina las restricciones que antaño se pensaba derivaban de la ausencia de homogeneidad. En el mundo neo-ricardiano, parece, los recursos concretos con los que se comienzan resultan indiferentes... Los adelantos en la ciencia básica han permitido aprovecharse de la uniformidad materia/energía—una uniformidad que hace factible, sin la existencia de un límite pre-asignado, escapar de las constricciones cuantitativas impuestas por las características de la corteza terrestre. [Barrett y Morse, 1973, p. 11]



No es, sin embargo, la uniformidad de materia-energía lo que es útil, sino precisamente lo contrario. Es la falta de uniformidad, diferencias en concentración y temperatura, las que son provechosas. Si todos los materiales y, la energía estuvieran uniformemente distribuidos en equilibrio termodinámico, el resultado “base homogénea de recursos” sería ningún recurso en absoluto. Habría una ausencia total de potencial para cualquier proceso, incluida la vida. La noción de los economistas de infinita sustituibilidad tiene gran parecido con el viejo sueño de los alquimistas de convertir metales ordinarios en metales preciosos. ¡Todo lo que tienes que hacer es reordenar los átomos! Pero el potencial para reordenar los átomos es en si mismo escaso, en consecuencia el mero hecho que todo este constituido por los mismos bloques homogéneos de construcción no suprime la escasez. Sólo una especie de demonio de Maxwell puede convertir una pila de átomos en un recurso, y la ley de la entropía nos dice que el Demonio de Maxwell no existe."




No es que los economistas de la corriente mayoritaria ignoren que vivimos en un planeta finito, es que la hipótesis subyacente de sustituibilidad infinita entre el capital natural y el hecho por el hombre evitan plantearse la cuestión, al menos, en un horizonte previsible. Sin embargo, tal suposición tiene un fallo lógico evidente, si la ignorancia de las leyes físicas no fuera suficiente, como se encarga de señalar Daly en su documento  El Crecimiento Antieconómico(1999):

"Si el capital hecho por el hombre sustituye al capital natural, entonces el capital natural sustituye al hecho por el hombre. La sustitución es reversible. Si nuestra dotación inicial de capital natural era un buen sustituto para el capital hecho por el hombre, entonces ¿Por qué, históricamente, nos preocupamos en transformar tanto capital natural en capital hecho por el hombre? Los neoclásicos creyentes en la fácil sustituibilidad no tienen una buena respuesta. Ni tampoco tienen una buena respuesta a la pregunta:¿Como puedes fabricar más capital sin usar más recursos?. El problema no se plantea para un economista ecológico porque afirman desde el principio que el capital natural y el hecho por el hombre son básicamente complementarios y, sólo, márginalmente sustitutivos."

Si por el contrario, creemos que estamos en un mundo lleno o que se acerca a esa situación de forma acelerada, la consideración de los límites físicos se hace ineludible y, las preguntas que nos planteamos son completamente diferentes, sin embargo, para los que no compartan está visión resultan absurdas.

Daly comenta que la falta de relevancia de la naturaleza en el paradigma neoclásico se constata cuando:

" La naturaleza no es vista como la envoltura que contiene, provee y, sostiene la economía, sino como un sector más de la economía similar a otros sectores. Si los productos o servicios del sector extractivo llegan a ser escasos, la economía “crecerá alrededor” de esa escasez en concreto mediante la sustitución por productos de otros sectores. Si la sustitución es difícil, se inventarán, según está visión, nuevas tecnologías para facilitarlo." (1999)

El paradigma neoclásico dibuja una economía como un ciclo cerrado, en las que las funciones de producción sólo contemplan dos factores; capital y trabajo.

Es cierto, que formalmente existen funciones de producción que incluyen los recursos (Solow/Stiglitz), pero lo hacen de forma "tramposa" sin introducir realmente un restricción efectiva (queda en papel mojado porque se mantiene la sustituibilidad casi perfecta entre capital natural y hecho por el hombre) como denuncio en su día Nicholas Georgescu-Roegen y, cuya acusación, no respondida, fue vuelta a plantear por Daly posteriormente.  El tema tiene su miga y su comparación con otras funciones de producción como la planteada R. Ayres y B. Warr en su trabajo "Accounting for Growth:The Role of the Physical Work" de gran interés para entradas posteriores.

Una economía que fracasa en el crecimiento no es una economía que no crece en términos de PIB, sino es una economía que no contempla la totalidad de sus costes a nivel agregado porque cree que la actividad económica, como tal, es abrumadoramente positiva y, en consecuencia, no se plantea la posibilidad de que los costes superen a los beneficios más allá de un determinado nivel de "actividad". El instrumento que utilizamos para medir el crecimiento, el PNB o el PIB, fue creado en y para un mundo vacío, en el que el crecimiento se realizaba con recursos abundantes y fáciles de explotar y, los límites termodinámicos no eran relevantes. Los factores capital y trabajo medraban, aumentaban su productividad, reduciendo la de los recursos, pero como estos no aparecían por ninguna parte, la explicación del crecimiento, o mejor dicho, aquello que no se podía explicar de forma endógena por los modelos de producción pasaba a ser un deus ex machina, el progreso tecnológico.

Como hemos venido afirmando siguiendo a Daly, el crecimiento antieconómico se produce cuando los costes marginales superan a los beneficios marginales, pero en ausencia de una cuenta de costes agregada, tal cosa, no puede producirse. Lo que si puede suceder y, de hecho, está sucediendo es el fracaso del crecimiento, lo que algunos bautizan como estancamiento secular. Pero en ningún caso estancamiento puede asimilarse a estado estacionario, porque son conceptos que son fruto de paradigmas opuestos.

Actualmente, estamos sentados sobre una enorme montaña de deuda y de cuasi-deuda (deuda fuera de balance) como son los futuros compromisos de gasto, por ejemplo, en pensiones, lo que significa que estamos sentados sobre una gigantesca montaña de expectativas. Las expectativas no tienen nada de malo en si mismo, más bien al contrario, pueden ser un estímulo. Sin embargo, si son inalcanzables pueden generar serios problemas y frustración. En el caso de la economía, las expectativas se cumplen en el paradigma neoclásico por el crecimiento, que a su vez genera nuevas expectativas (crecimiento ilimitado). La economía financiera trata sobre las expectativas por medio de la creación de dinero/deuda que las simboliza y las retroalimenta. Sin embargo, la economía real es una economía que depende de los recursos, a los que añadimos valor, mediante el capital y el trabajo para producir bienes y servicios. Las expectativas sobre los bienes y servicios del futuro son la materia de la economía financiera, pero dependen del capital natural. El capital natural está formado por recursos finitos no renovables y por recursos renovables pero con una capacidad de carga determinada para proporcionar recursos de baja entropía al sistema económico. Si sobre-explotamos los recursos naturales, es equivalente a tener un depósito a plazo y, además de gastarme los intereses que genera el depósito, me fuera comiendo el capital, cuanto más reduzco el capital tengo menos intereses y necesito recurrir a reducir más el capital. Además ese capital es intergeneracional, pero las personas del futuro no tienen vela en este entierro excepto si nosotros cuidamos de sus intereses. Está claro que el paradigma neoclásico no se plantea tal cuestión, pues la hipótesis de la sustituibilidad entre capital natural y capital hecho por el hombre elimina de cuajo ese planteamiento. La tecnología actual o futura siempre permitirá la sustituibilidad y disponer de los recursos para añadir valor y, tener crecimiento ilimitado.

Desde el punto de vista el paradigma de la economía ecológica resulta evidente que existen unos límites que no se pueden traspasar, el crecimiento indefinido de las expectativas es imposible. El paradigma neoclásico no ve ningún problema permanente, pueden existir dificultades transitorias, pero con el manejo adecuado, el crecimiento no es problema, todo lo contrario, es la respuesta a ellos.

Desde un punto de vista más técnico (como dice Taleb el lector ilustrado puede prescindir de esta parte) Daly establece que una Economía del Estado Estacionario (EEE) es aquella economía que respeta la definición de renta de Hicks



lo expresa de la siguiente forma (2008):

"... la máxima cantidad que una comunidad puede consumir en un año, y ser todavía capaz de producir y consumir la misma cantidad el año siguiente. En otras palabras, la renta es la máxima cantidad que se puede producir manteniendo la capacidad productiva (capital) intacta. Cualquier consumo de capital, hecho por el hombre o natural, debe ser sustraído en el cálculo de la renta. Asimismo, debe abandonarse la asimetría de añadir al PIB la producción de los anti-males sin, en primer lugar, haber sustraído la generación de los males que han hecho los anti-males necesarios. Señalar que el concepto de Hicks de renta es sostenible por definición. La contabilidad nacional, en una economía sostenible, debería intentar aproximarse a la renta hicksiana y abandonar el PIB."

Sin duda el concepto de renta sostenible puede ser un instrumento muy potente para una EEE y, también, para entender y delimitar que la EEE no es una economía que fracasa en el crecimiento, es una economía sostenible por definición.

En una economía que fracasa en el crecimiento se adoptan dos grandes tipos de soluciones que jamás se adoptarían en una EEE:

a) Eliminar costes, porque si ya no consideramos determinados costes y crecemos antieconómicamente no hay motivo que impida continuar eliminando costes de nuestra contabilidad. Por ejemplo, se pueden relajar las normas anticontaminación, la protección social, etc. ¿Desaparecen los problemas? Evidentemente no, pero las cuentas mejorarán que es lo importante (la verdad es que en la práctica apenas mejoran o directamente empeoran). La mercadotecnia lo llama austeridad, devaluación interna, mejora de la competitividad ...

b) "Caña al mono que es de goma" sigamos inyectando expectativas y generando burbujas. La mercadotecnia le da diversas denominaciones: QE, LTRO, Abenomics, ....

c) "Soplar y sorber al mismo tiempo" o soluciones híbridas de compromiso que de acuerdo con la ley de Murphy sufren de lo que denomino el corolario de Shaw. Tal corolario proviene de una anécdota, con toda seguridad apócrifa y que también es atribuida a otras personas entre Jonh Bernard Shaw y la gran bailarina Isadora Duncan. Cuentan que Isadora le propuso tener un hijo, ya que Shaw era considerado un hombre muy inteligente y ella tenia una extraordinaria belleza, en consecuencia, pensaba ella su vástago poseería ambas cualidades. Mr Shaw le respondió que efectivamente ambas cosas eran ciertas pero que ocurriría si el hijo salía con la belleza de Mr Shaw y la inteligencia de Isadora. En estos casos las soluciones híbridas salen como temía Mr Shaw.

Daly compara el paradigma neoclásico con un avión, diseñado para avanzar, que no puede permanecer estático en el aire. Por el contrario la EEE sería como un helicóptero diseñado para mantenerse en vuelo estacionario. Cuando la economía del crecimiento fracasa se estrella, no se mantiene milagrosamente flotando en el aire. El gran estancamiento se convertiría en un enorme proceso de impago de la deuda que necesita de crecimiento para cumplir las expectativas. El impago de la deuda por si mismo, no significa más que el fracaso de las expectativas. Algunos economistas, cada vez más, proponen un nuevo comienzo (fresh start), pero ese no es el verdadero problema, sino el mismo modelo de crecimiento ilimitado. No se trata de empezar de nuevo porque las condiciones, por ejemplo, que se dieron después de la Segunda Guerra Mundial (lo vamos a denominar mundo vacío) no se producen en este momento. Ciertamente sería un alivio momentáneo, pero no una solución a largo plazo.

Daly propone algunas medidas para transformar un avión en un helicóptero pero eso es un reto muy difícil, y en pleno vuelo, se antoja imposible. Los convertiplanos son uno de los mayores quebraderos de cabeza para la ingeniería aeronáutica. Sino que se lo digan a los diseñadores del V-22 Osprey que se enfrentaron a múltiples incidentes y accidentes durante su desarrollo. Precisamente el paso del vuelo lineal al vuelo estacionario crea grandes problemas y, siguiendo con la metáfora, ese es precisamente el desafío al que nos enfrentamos.






viernes, 14 de marzo de 2014

Las falacias del crecimiento (visión preanalítica)

En la anterior entrada de este blog comenzamos a tratar las falacias del crecimiento, contando como base para los comentarios el capítulo 5 del libro "Steady-State Economics" del economista ecológico Herman E.Daly titulado "Un catecismo de las falacias del crecimiento".

En un afán, no se si vano, por difundir la doctrina innovadora que representa la economía ecológica. En esta entrada además del anterior documento me gustaría añadir un trabajo posterior del mismo economista "Uneconomic Growth: in Theory, in Fact, in History and in Relation to Globalization" de 1999 donde se introduce el tema, ya candente en aquel entonces, de la globalización. También he intentado hacer la mejor traducción a mi alcance de este documento para aquellos que no dominen el inglés o prefieran la lectura del mismo en una lengua más familiar para ellos "El Crecimiento Antieconómico: en Teoría, de Hecho, en la Historia y en relación con la Globalización"

El crecimiento económico medido en términos de PNB o PIB ha sido y, continua siendo, la principal referencia cuando hablamos de economía. El PIB es una magnitud de la Contabilidad Nacional que estima la producción de bienes y servicios de una economía valorada en términos monetarios. Sin embargo, aunque este no es un indice del bienestar y así se ha reconocido de forma reiterada, siempre se ha aceptado la existencia de una fuerte correlación entre ambos conceptos, el crecimiento de la producción y el bienestar de las personas. No se puede negar un sesgo completamente materialista en esta visión del bienestar, pero no vamos a cuestionar este punto, que por otra parte, es perfectamente debatible.

Como Daly manifiesta en su libro de 1977 nuestro concepto de crecimiento está completamente distorsionado en el ámbito económico ya que crecer no lleva nunca a madurar, es como una niñez perpetua, además de estar cargado de connotaciones positivas. Es por ello que de "crecimiento" nunca se tiene bastante porque de algo bueno nunca sobra, lo que sin duda, como el lector habrá advertido, es una falacia.

"Es evidentemente imposible tener demasiado de una cosa buena. ¡Si la lluvia es buena, un aguacero torrencial es, por definición, mejor!" (p.1)

Resalta Daly el extraordinario contraste entre la microeconomía y la macroeconomía. Mientras en la primera es lógico considerar los límites, es decir, cuando los costes superan a los beneficios y deja de tener sentido proseguir una actividad. La segunda no considera coste alguno, en la confianza de que los beneficios superan de forma abrumadora a los costes. ¿Pero es realmente cierto?. Añade Daly con agudeza:

"Tomamos los costes reales de aumentar el PNB medidos en función de los costes defensivos en que incurrimos, para protegernos a nosotros mismos de los efectos colaterales no deseados de la producción y añadimos esos gastos al PNB en lugar del sustraerlos. Contabilizamos costes reales como beneficios. Esto es hiperfanatismo por el crecimiento." (p.1)

Sin duda, es hiperfanatismo, pero está profundamente enraizado en el paradigma o la visión preanalítica de la economía neoclásica. Esa visión preanalítica se puede visualizar en el siguiente diagrama que aparece también en el documento de 1999
Que se contrasta vivamente con la siguiente representación de la economía según el paradigma o la visión preanalítica de la economía ecológica.
Personalmente me parece que es visualmente muy impactante. En el primero, la economía es el todo, Daly con acierto la asimila a una maquina de movimiento perpetuo o, un intestino en bucle, sin boca ni ano. La siguiente figura es la típica representación del ciclo económico cerrado sin alimento ni excrementos.


En la segunda, la representación de la economía es una parte de un todo mayor. Pero, lo más importante para mi, es que esa economía debe funcionar sometida a las leyes naturales, al ser una parte de ese todo. En la primera representación, la economía no necesita seguir esas leyes, ¡Su reino no es de este mundo!. Por eso tal como recoge Daly (p.15) en boca del economista de Harvard Richard Zeckhauser:
  
“El reciclaje no es la solución para el petróleo, porqué la alternativa que representa la tecnología nuclear para la generación de energía es más barata” (1973, p. 117, n. 11)

En boca de un académico de una Universidad tan destacada resulta impactante la ignorancia de las leyes de le termodinámica. Asimismo, es sintomático de un problema del que adolece la economía actual y de aquellos que diseñan los modelos (fabulas) para dar guías y recomendaciones a los políticos.

Es cierto, que en una situación como la que describe la siguiente figura, el paradigma neoclásico podría resultar una teoría efectiva en un mundo vacío (Empty World)

Con la expresión teoría efectiva quiero decir que, en determinados casos, podemos pasar por alto ciertos procesos físicos que no nos afectan o, lo hacen de manera tan absolutamente marginal que no influye en los resultados. La teoría de Newton para las distancias y velocidades que habitualmente observamos es perfectamente valida, aunque desde el punto de vista popperiano, es una teoría falsada. Pero, el utilizar la información relevante y suprimir aquello que nada nos aporta es completamente lógico. Sin embargo, hay que saber cuando dejarlo. Es decir, el momento en que necesitamos introducir aquello que hemos ignorado (y conocemos) porque las circunstancias han cambiado. Por ejemplo, al encender el GPS necesitamos la teoría de la relatividad porque sin ella la precisión sería penosa, no nos serviría para nada.

En un mundo lleno (Full World) o que tiende a estar lleno, las circunstancias son totalmente diferentes. En efecto, en un mundo vacío, donde disponemos de recursos y energía fácil de explotar y, donde nuestros vertidos son irrelevantes a nivel global, aunque puedan infligir importantes daños locales, ignorar las leyes de la termodinámica puede ser una opción. En un mundo lleno ignorar esas leyes nos conduce a, tal como dice Daly, "Seguir bebiendo para superar la resaca". Todos sabemos que aunque el método es efectivo a corto plazo tiene consecuencias nefastas a medio o largo plazo.

Desde mi punto de vista la economía neoclásica por causa de su visión preanalítica de la economía como el todo relevante y, no como parte de la esfera social y ecológica, tiene un grave hándicap para percatarse de que lo que pudo ser una teoría efectiva, es ahora un grave obstáculo para entender la realidad. Lo abrumador del caso es que los reiterados fracasos en las proyecciones de las fabulas sobre la realidad, aunque sean revestidas de ropajes matemáticos, no han mellado su credibilidad. Evidentemente existen razones ideológicas para mantener esa visión del mundo, y para hacerse determinadas preguntas y evitar otras a toda costa.
Daly pone el dedo en la llaga cuando señala, hablando del flujo de producción:
 
La otra razón para el fetichismo respecto al flujo es ideológica. Concentrándose en el flujo se desvía el foco de atención de la muy desigual distribución del stock de riqueza que es la fuente real del poder económico. El flujo de renta también está desigualmente distribuido, pero al menos todo el mundo obtiene algo y, la teoría de la productividad marginal lo hace parecer bastante justo. Redistribución de la renta es liberal. Redistribución del la riqueza es radical. Políticamente, es más seguro mantener la renta en el centro del análisis, porque no todo el mundo posee un pedazo del stock productivo y, no hay ninguna teoría que explique la distribución de la riqueza. Poner los stocks (riqueza) en el centro del análisis puede plantear preguntas descorteses.(p.4)


Daly explica en el documento de 1999 que el paradigma neoclásico no requiere el crecimiento infinito de forma obligatoria pero que la necesidad de responder a ciertas cuestiones lo hace imprescindible:

Aunque el paradigma neoclásico permite el crecimiento eterno, no es una exigencia del mismo. Históricamente la exigencia proviene porque el crecimiento es la respuesta dada a los problemas planteados por Malthus (superpoblación), Marx (distribución injusta) y, Keynes (desempleo) (p.1)

Una advertencia, en este blog consideramos sinónimo de infinito lo que es extraordinariamente abundante, de aquello de lo que no tenemos que preocuparnos. Hemos dicho en anteriores entradas que el paradigma neoclásico, aunque pueda considerar que los recursos individuales son finitos siempre existen otros recursos que nos permiten evitar el colapso. Es lo que se describe en el documento de Daly como la teoría de las habitaciones sucesivas. (p.10)

"La realidad parece ser que el primer [recurso] almacén en que el hombre se encontró era sólo el primero de una serie. Cuando agotó lo que estaba apilado en la primera estancia, encontró que podía fabricar una llave para abrir una puerta que daba a una estancia mucho más grande. Y, cuando agotó los recursos de está habitación más grande, descubrió que había otra estancia más allá aún mayor. La estancia donde estamos en el siglo XX es tan grande que las paredes están más allá del alcance de la vista. Sin embargo, es probable que nos encontremos al principio de toda una serie de almacenes. No es inconcebible que la totalidad del globo—tierra, océanos y aire—representen materia prima para la humanidad para utilizar con mayor ingenio y, habilidad" [citado en Ordway, 1953, p. 281].

Está declaración podría caber perfectamente en la descripción del mundo-vacio aunque se refiera a una serie infinita de recursos y, si es menester, de vertederos para los residuos. Pero quería aclarar que infinito y abundante no son estrictamente sinónimos. Algo que es infinito puede ser relativamente escaso. Los matemáticos son perfectamente conscientes de está cuestión. Como hablamos de habitaciones nos referiremos al Hotel de Hilbert con infinitas habitaciones (números naturales), pero tan escasas que no pueden alojar a conjuntos de cardinalidad superior a aleph-0, como demostró Georg Cantor. En realidad, son tan escasos que si escogiéramos un número de la recta real de forma aleatoria la probabilidad de escoger un número natural, entero o racional (conjuntos de cardinalidad aleph-0) es 0.

En ocasiones, he pensado que era una buena analogía, aunque algo extrema, para explicar la diferencia entre reservas y recursos cuando los medios hablan de cifras extraordinarios de recursos que nos permitirán continuar con nuestro estilo de vida (business as usual) durante siglos y siglos. Los recursos son una cosa pero las reservas que podemos realmente aprovechar se parecen más a los números naturales o los enteros en el conjunto de números reales.

En el paradigma neoclásico, donde el crecimiento se mide indefectiblemente mediante el valor añadido a unos recursos que ni siquiera forman parte de las funciones de producción, el planteamiento de los límites es inconcebible. Esa es nuestra realidad diaria, cuando leemos y escuchamos las noticias. Todos nuestros problemas se solucionarán una vez el PIB o el PNB vuelva a crecer.

Sin embargo, como dice Daly ese crecimiento puede ser y, de hecho, es en muchos casos antieconómico, los costes (que no se contabilizan a nivel agregado o, incluso, se convierten en ingresos) superan a los beneficios. El problema actual es que: por una parte, incluso el crecimiento antieconómico (ignorando costes) es cada vez más difícil; y, por otra, los costes de ese crecimiento son más difíciles de ignorar. En todo caso, no debemos despreciar la capacidad de la maquina de propaganda que es capaz de hacernos creer que es de día cuando estamos en una noche sin luna.