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jueves, 27 de marzo de 2014

La economía del estado estacionario vs el fracaso en el crecimiento

Herman Daly afirma en esté documento (aquí la traducción al castellano) de 2008 confeccionado para la "Sustainable Development Commission" del gobierno del Reino Unido lo siguiente:


"Una economía que fracasa en el crecimiento y una economía en estado estacionario no son la misma cosa; son realmente las alternativas a las que nos enfrentamos"

Después de leer algunos artículos y oír diversas opiniones sobre el posible advenimiento de una economía estacionaria, tengo el convencimiento de que muchos confunden el fracaso en el crecimiento con una economía en estado estacionario.


La principal disensión parte de la visión preanalítica que comentábamos en la entrada anterior, ya que la forma de plantear las preguntas difiere sustancialmente si consideramos a la economía como un subsistema social y ecológico o, si vemos a al economía como el todo.

Incluso viendo a la economía como un subsistema ecológico podemos considerar que los límites del crecimiento aún están lejanos, lo que Daly denomina mundo vacío. Y que una teoría efectiva de la economía no tiene porque contemplar límites físicos o biológicos que introducen una complejidad innecesaria sin aportar una mejor comprensión del fenómeno económico. Con esta última aseveración estarían de acuerdo la inmensa mayoría de los economistas, sin importar tendencias, aunque sus discrepancias en otras cuestiones puedan ser abismales. Daly  explica lo peligroso que es esa forma de pensar, ignorando las leyes de la física, en el capítulo 5 de su libro Steady State Economics (1977)  "Un catecismo de las falacias del crecimiento":


"La ciencia convirtiendo la base de los recursos en más homogénea, elimina las restricciones que antaño se pensaba derivaban de la ausencia de homogeneidad. En el mundo neo-ricardiano, parece, los recursos concretos con los que se comienzan resultan indiferentes... Los adelantos en la ciencia básica han permitido aprovecharse de la uniformidad materia/energía—una uniformidad que hace factible, sin la existencia de un límite pre-asignado, escapar de las constricciones cuantitativas impuestas por las características de la corteza terrestre. [Barrett y Morse, 1973, p. 11]



No es, sin embargo, la uniformidad de materia-energía lo que es útil, sino precisamente lo contrario. Es la falta de uniformidad, diferencias en concentración y temperatura, las que son provechosas. Si todos los materiales y, la energía estuvieran uniformemente distribuidos en equilibrio termodinámico, el resultado “base homogénea de recursos” sería ningún recurso en absoluto. Habría una ausencia total de potencial para cualquier proceso, incluida la vida. La noción de los economistas de infinita sustituibilidad tiene gran parecido con el viejo sueño de los alquimistas de convertir metales ordinarios en metales preciosos. ¡Todo lo que tienes que hacer es reordenar los átomos! Pero el potencial para reordenar los átomos es en si mismo escaso, en consecuencia el mero hecho que todo este constituido por los mismos bloques homogéneos de construcción no suprime la escasez. Sólo una especie de demonio de Maxwell puede convertir una pila de átomos en un recurso, y la ley de la entropía nos dice que el Demonio de Maxwell no existe."




No es que los economistas de la corriente mayoritaria ignoren que vivimos en un planeta finito, es que la hipótesis subyacente de sustituibilidad infinita entre el capital natural y el hecho por el hombre evitan plantearse la cuestión, al menos, en un horizonte previsible. Sin embargo, tal suposición tiene un fallo lógico evidente, si la ignorancia de las leyes físicas no fuera suficiente, como se encarga de señalar Daly en su documento  El Crecimiento Antieconómico(1999):

"Si el capital hecho por el hombre sustituye al capital natural, entonces el capital natural sustituye al hecho por el hombre. La sustitución es reversible. Si nuestra dotación inicial de capital natural era un buen sustituto para el capital hecho por el hombre, entonces ¿Por qué, históricamente, nos preocupamos en transformar tanto capital natural en capital hecho por el hombre? Los neoclásicos creyentes en la fácil sustituibilidad no tienen una buena respuesta. Ni tampoco tienen una buena respuesta a la pregunta:¿Como puedes fabricar más capital sin usar más recursos?. El problema no se plantea para un economista ecológico porque afirman desde el principio que el capital natural y el hecho por el hombre son básicamente complementarios y, sólo, márginalmente sustitutivos."

Si por el contrario, creemos que estamos en un mundo lleno o que se acerca a esa situación de forma acelerada, la consideración de los límites físicos se hace ineludible y, las preguntas que nos planteamos son completamente diferentes, sin embargo, para los que no compartan está visión resultan absurdas.

Daly comenta que la falta de relevancia de la naturaleza en el paradigma neoclásico se constata cuando:

" La naturaleza no es vista como la envoltura que contiene, provee y, sostiene la economía, sino como un sector más de la economía similar a otros sectores. Si los productos o servicios del sector extractivo llegan a ser escasos, la economía “crecerá alrededor” de esa escasez en concreto mediante la sustitución por productos de otros sectores. Si la sustitución es difícil, se inventarán, según está visión, nuevas tecnologías para facilitarlo." (1999)

El paradigma neoclásico dibuja una economía como un ciclo cerrado, en las que las funciones de producción sólo contemplan dos factores; capital y trabajo.

Es cierto, que formalmente existen funciones de producción que incluyen los recursos (Solow/Stiglitz), pero lo hacen de forma "tramposa" sin introducir realmente un restricción efectiva (queda en papel mojado porque se mantiene la sustituibilidad casi perfecta entre capital natural y hecho por el hombre) como denuncio en su día Nicholas Georgescu-Roegen y, cuya acusación, no respondida, fue vuelta a plantear por Daly posteriormente.  El tema tiene su miga y su comparación con otras funciones de producción como la planteada R. Ayres y B. Warr en su trabajo "Accounting for Growth:The Role of the Physical Work" de gran interés para entradas posteriores.

Una economía que fracasa en el crecimiento no es una economía que no crece en términos de PIB, sino es una economía que no contempla la totalidad de sus costes a nivel agregado porque cree que la actividad económica, como tal, es abrumadoramente positiva y, en consecuencia, no se plantea la posibilidad de que los costes superen a los beneficios más allá de un determinado nivel de "actividad". El instrumento que utilizamos para medir el crecimiento, el PNB o el PIB, fue creado en y para un mundo vacío, en el que el crecimiento se realizaba con recursos abundantes y fáciles de explotar y, los límites termodinámicos no eran relevantes. Los factores capital y trabajo medraban, aumentaban su productividad, reduciendo la de los recursos, pero como estos no aparecían por ninguna parte, la explicación del crecimiento, o mejor dicho, aquello que no se podía explicar de forma endógena por los modelos de producción pasaba a ser un deus ex machina, el progreso tecnológico.

Como hemos venido afirmando siguiendo a Daly, el crecimiento antieconómico se produce cuando los costes marginales superan a los beneficios marginales, pero en ausencia de una cuenta de costes agregada, tal cosa, no puede producirse. Lo que si puede suceder y, de hecho, está sucediendo es el fracaso del crecimiento, lo que algunos bautizan como estancamiento secular. Pero en ningún caso estancamiento puede asimilarse a estado estacionario, porque son conceptos que son fruto de paradigmas opuestos.

Actualmente, estamos sentados sobre una enorme montaña de deuda y de cuasi-deuda (deuda fuera de balance) como son los futuros compromisos de gasto, por ejemplo, en pensiones, lo que significa que estamos sentados sobre una gigantesca montaña de expectativas. Las expectativas no tienen nada de malo en si mismo, más bien al contrario, pueden ser un estímulo. Sin embargo, si son inalcanzables pueden generar serios problemas y frustración. En el caso de la economía, las expectativas se cumplen en el paradigma neoclásico por el crecimiento, que a su vez genera nuevas expectativas (crecimiento ilimitado). La economía financiera trata sobre las expectativas por medio de la creación de dinero/deuda que las simboliza y las retroalimenta. Sin embargo, la economía real es una economía que depende de los recursos, a los que añadimos valor, mediante el capital y el trabajo para producir bienes y servicios. Las expectativas sobre los bienes y servicios del futuro son la materia de la economía financiera, pero dependen del capital natural. El capital natural está formado por recursos finitos no renovables y por recursos renovables pero con una capacidad de carga determinada para proporcionar recursos de baja entropía al sistema económico. Si sobre-explotamos los recursos naturales, es equivalente a tener un depósito a plazo y, además de gastarme los intereses que genera el depósito, me fuera comiendo el capital, cuanto más reduzco el capital tengo menos intereses y necesito recurrir a reducir más el capital. Además ese capital es intergeneracional, pero las personas del futuro no tienen vela en este entierro excepto si nosotros cuidamos de sus intereses. Está claro que el paradigma neoclásico no se plantea tal cuestión, pues la hipótesis de la sustituibilidad entre capital natural y capital hecho por el hombre elimina de cuajo ese planteamiento. La tecnología actual o futura siempre permitirá la sustituibilidad y disponer de los recursos para añadir valor y, tener crecimiento ilimitado.

Desde el punto de vista el paradigma de la economía ecológica resulta evidente que existen unos límites que no se pueden traspasar, el crecimiento indefinido de las expectativas es imposible. El paradigma neoclásico no ve ningún problema permanente, pueden existir dificultades transitorias, pero con el manejo adecuado, el crecimiento no es problema, todo lo contrario, es la respuesta a ellos.

Desde un punto de vista más técnico (como dice Taleb el lector ilustrado puede prescindir de esta parte) Daly establece que una Economía del Estado Estacionario (EEE) es aquella economía que respeta la definición de renta de Hicks



lo expresa de la siguiente forma (2008):

"... la máxima cantidad que una comunidad puede consumir en un año, y ser todavía capaz de producir y consumir la misma cantidad el año siguiente. En otras palabras, la renta es la máxima cantidad que se puede producir manteniendo la capacidad productiva (capital) intacta. Cualquier consumo de capital, hecho por el hombre o natural, debe ser sustraído en el cálculo de la renta. Asimismo, debe abandonarse la asimetría de añadir al PIB la producción de los anti-males sin, en primer lugar, haber sustraído la generación de los males que han hecho los anti-males necesarios. Señalar que el concepto de Hicks de renta es sostenible por definición. La contabilidad nacional, en una economía sostenible, debería intentar aproximarse a la renta hicksiana y abandonar el PIB."

Sin duda el concepto de renta sostenible puede ser un instrumento muy potente para una EEE y, también, para entender y delimitar que la EEE no es una economía que fracasa en el crecimiento, es una economía sostenible por definición.

En una economía que fracasa en el crecimiento se adoptan dos grandes tipos de soluciones que jamás se adoptarían en una EEE:

a) Eliminar costes, porque si ya no consideramos determinados costes y crecemos antieconómicamente no hay motivo que impida continuar eliminando costes de nuestra contabilidad. Por ejemplo, se pueden relajar las normas anticontaminación, la protección social, etc. ¿Desaparecen los problemas? Evidentemente no, pero las cuentas mejorarán que es lo importante (la verdad es que en la práctica apenas mejoran o directamente empeoran). La mercadotecnia lo llama austeridad, devaluación interna, mejora de la competitividad ...

b) "Caña al mono que es de goma" sigamos inyectando expectativas y generando burbujas. La mercadotecnia le da diversas denominaciones: QE, LTRO, Abenomics, ....

c) "Soplar y sorber al mismo tiempo" o soluciones híbridas de compromiso que de acuerdo con la ley de Murphy sufren de lo que denomino el corolario de Shaw. Tal corolario proviene de una anécdota, con toda seguridad apócrifa y que también es atribuida a otras personas entre Jonh Bernard Shaw y la gran bailarina Isadora Duncan. Cuentan que Isadora le propuso tener un hijo, ya que Shaw era considerado un hombre muy inteligente y ella tenia una extraordinaria belleza, en consecuencia, pensaba ella su vástago poseería ambas cualidades. Mr Shaw le respondió que efectivamente ambas cosas eran ciertas pero que ocurriría si el hijo salía con la belleza de Mr Shaw y la inteligencia de Isadora. En estos casos las soluciones híbridas salen como temía Mr Shaw.

Daly compara el paradigma neoclásico con un avión, diseñado para avanzar, que no puede permanecer estático en el aire. Por el contrario la EEE sería como un helicóptero diseñado para mantenerse en vuelo estacionario. Cuando la economía del crecimiento fracasa se estrella, no se mantiene milagrosamente flotando en el aire. El gran estancamiento se convertiría en un enorme proceso de impago de la deuda que necesita de crecimiento para cumplir las expectativas. El impago de la deuda por si mismo, no significa más que el fracaso de las expectativas. Algunos economistas, cada vez más, proponen un nuevo comienzo (fresh start), pero ese no es el verdadero problema, sino el mismo modelo de crecimiento ilimitado. No se trata de empezar de nuevo porque las condiciones, por ejemplo, que se dieron después de la Segunda Guerra Mundial (lo vamos a denominar mundo vacío) no se producen en este momento. Ciertamente sería un alivio momentáneo, pero no una solución a largo plazo.

Daly propone algunas medidas para transformar un avión en un helicóptero pero eso es un reto muy difícil, y en pleno vuelo, se antoja imposible. Los convertiplanos son uno de los mayores quebraderos de cabeza para la ingeniería aeronáutica. Sino que se lo digan a los diseñadores del V-22 Osprey que se enfrentaron a múltiples incidentes y accidentes durante su desarrollo. Precisamente el paso del vuelo lineal al vuelo estacionario crea grandes problemas y, siguiendo con la metáfora, ese es precisamente el desafío al que nos enfrentamos.






sábado, 22 de febrero de 2014

Las falacias del crecimiento (Introducción)

El capítulo 5 del libro de Herman Daly de 1977, "Steady-State Economics", se titula "Un catecismo de las falacias del crecimiento" que es un magnifico compendio de lo que se pretende transmitir en este blog. No conozco la existencia de una traducción al castellano de está obra por lo que me he permitido realizar una traducción del capítulo citado. Como no soy traductor estoy seguro de que es francamente mejorable, pero espero que cumpla la función de dar a conocer mejor su pensamiento. Al menos lo he hecho con la mejor intención.

Me gustaría enfatizar que se trata de una obra de 1977. ¡Tiene casi 40 años! Y a pesar de que en determinados aspectos puede que se le note el paso del tiempo su clarividencia es tal que si lo comparamos con los trabajos de sus contemporáneos, en muchos casos, agasajados con el Premio de Economía del Banco de Suecia en memoria de Alfred Nobel, no admite parangón por la frescura de sus ideas y, su aplicación en el momento actual.

Este libro como otros posteriores del mismo autor y, otros anteriores de figuras tan señaladas como Nicholas Georgescu-Roegen o, el mismísimo Frederick Soddy, entre otros, son una enmienda a la totalidad al paradigma dominante de la economía, que a pesar de los esfuerzos denodados realizados por la propaganda para ignorar y, despreciar aquello para lo que sencillamente no tienen respuesta.

En este blog hemos hablado, repetidamente, de la necesidad que tiene el sistema del crecimiento infinito en un mundo finito y, de las hipótesis (casi mejor hablaríamos de ex-hipótesis) subyacentes que soportan esa "creencia" a la que no dudo en calificar de irracional y, especialmente destructiva. Siempre me sorprende que aquellos que defienden el crecimiento infinito, en cualquiera de sus modalidades, para continuar con el "business as usal", ignoren que sus propuestas son las realmente apocalípticas, aunque solo sea teniendo en cuenta las leyes de la física (aquí la traducción en el blog oil crash de un post de Tom Murphy de Do the Math sobre la cuestión).

Con la expresión, en todas sus modalidades, he querido incluir no sólo aquellos que defienden posiciones neoliberales, que incluye gran parte, aunque no toda la derecha y, también gran parte de la denominada izquierda o socialdemocracia. Sino aquellas que abarcan posiciones más radicales como la sostenida por el profesor Viçens Navarro y, que quedan reflejadas en este artículo. Son posiciones que de una manera u otra coinciden en la tesis básica productividad y, sustituibilidad de factores infinitas, en funciones de producción donde sólo aparecen trabajo y capital, aceptando en el fondo las premisas de la síntesis neoclásica y, su creencia en el deus ex machina del progreso tecnológico. Este artículo ha recibido diferentes respuestas, entre otras, aquí (Antonio Turiel) y aquí (Pedro Prieto). También es posible una respuesta desde el paradigma de la economía ecológica a las que son débiles bases sobre las que Navarro construye su tesis, apelando incluso a Barry Commoner de una manera indebida.

Algunas de estas tesis propugnan un cambio en el modelo de crecimiento sobre la base de fuentes renovables que serán suficientes para continuar con nuestra sociedad de "progreso", en una especie, de desmateralización económica o, lo que Daly llama con acierto "angelización" del PNB (o el PIB). Estas propuestas adolecen de una gran debilidad argumental porque simplemente no contabilizan todos los costes que suponen, de la misma forma que no lo hace la economía neoclásica-keynesiana.

Por ejemplo, hay gente que propugna la electrificación de la sociedad sobre la base de fuentes energéticas renovables, pero sin aclarar de donde va a salir la potencia necesaria para crear la colosales infraestructura necesarias para transformar la realidad actual. La cuestión es que los números de una sociedad basada exclusivamente en fuentes renovables no salen. Esas fuentes, ni tienen la potencia que algunos le atribuyen, ni por si mismas pueden funcionar, necesitan el auxilio de las fuentes no renovables. Para ver claramente está impostura me remito a este post y, el correspondiente estudio del Grupo de Energía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid. En él se dice:

"Para el caso de la fotovoltaica y la concentración solar el delito quizás no es tan grave (se refiere a un estudio sobre la energía eólica): simplemente no se les ha ocurrido a la mayoría confrontar lo que dicen sus papeles y sus cuentas con la simple realidad en una cuestión clave para estas tecnologías: la densidad energética, la energía eléctrica neta que viertes a la red por metro cuadrado de ocupación real de las infraestructuras necesarias. Nuestros resultados son contundentes: la densidad energética real es entre 4 y 7 veces menor que la publicada en revistas científicas en las que luego se basan informes como el de Greenpeace 100% renovables.

Y la cosa no acaba aquí, casi nadie tiene en cuenta que las energías renovables, como siempre dice nuestro amigo Pedro Prieto, son energías que se renuevan captadas con sistemas materiales que no se renuevan. Y nos topamos con límites parecidos a los que tienen las energías fósiles y nucleares: la escasez en un mundo finito con una economía soñando con el crecimiento perpetuo."

En apoyo de lo anterior, este artículo del profesor Chris Rhodes pone algunos puntos sobre las íes respecto de las bases no renovables de los sistemas renovables y, su relación con la energía, como no podría ser de otra forma.

Es habitual escuchar la posibilidad de un crecimiento sostenible, en otras palabras, lo mejor de los dos mundos, crecimiento del producto sin impacto o con un impacto reducido en el ecosistema. Es cierto que tal visión tiene el mérito de reconocer que la economía no es más que lo que Daly llama una sub-esfera de la esfera ecológica. Por lo tanto, se aleja del paradigma de la economía neoclásica-keynesiana que considera a la economía como una esfera aislada donde se producen intercambios entre diferentes sectores pero en el que no existe entorno. La naturaleza es un repositorio de materiales y energía y, un vertedero del sistema de producción. La energía, como los materiales, no son más que bienes intermedios para la producción, como explicábamos en una entrada anterior. Sin embargo, ignora de manera deliberada que dado que la esfera ecológica esta virtualmente en estado estacionario, no es posible para nada que éste incluida en la misma crecer más allá de sus límites. Es evidente que en ningún caso se podría llegar a ese extremo. El concepto mismo de crecimiento verde o, sostenible es un oxímoron que debe ser combatido, porque no hace más que sustentar la causa que nos ha traído hasta el lugar donde nos encontramos.


Daly señala la extrema debilidad de los medidores de renta o producción agregados como aproximaciones a la medición del bienestar (de hecho, existe una correlación negativa que hoy en día resulta cada vez más difícil de ocultar) y, nos revela que la forma de contabilizar las cosas, como ocurre con estas propuestas, tiene un impacto decisivo en las conclusiones. O dicho de otra manera, se contabiliza de una forma determinada para obtener el resultado deseado. En realidad, cuando hablamos de crecimiento nos referimos a crecimiento del PNB, PIB o cualquier agregado similar que mide sin contabilizar los costes de su obtención. En opinión de Daly, que comparto plenamente y, utilizando el lenguaje propio de la economía, podemos decir que en estos momentos los costes marginales superan a los beneficios marginales, lo que nos conduce al crecimiento antieconómico. El problema es que a nivel agregado, a diferencia de lo que ocurre a nivel micro, no reconocemos los costes de la producción.

Hay diversos problemas en el reconocimiento de los costes, pero uno que me parece significativo es que adolecemos de lo que calificaría de un problema de marco temporal. Daly lo expresa diciendo que el sistema no tiene en cuenta los costes intergeneracionales lo que es un problema de distribución y, no propiamente de asignación de recursos.

Para acabar está introducción, debo decir que suscribiendo el concepto de crecimiento antieconómico que ha sido una constante en muchos países desarrollados desde hace años, en algún caso décadas, hemos llegado a un punto en que, incluso el crecimiento contable de la producción medido en términos de PIB es, cada vez, más difícil y, parece otearse en el horizonte el decrecimiento o, como mínimo un estancamiento secular. Esta situación en la que estamos, conlleva algunos efectos muy relevantes que iré señalando en futuras entradas. Pero me gustaría pergeñar algunas ideas:
  1. El mantenimiento de la esperanza en el crecimiento es el pegamento de nuestra sociedad, sin esa esperanza las desigualdades se hacen más insoportables y, el tejido social lenta pero implacablemente se debilita. Daly cita a Henry Wallich en una frase demoledora que lo resume a la perfección:
    El crecimiento es un sustituto de la igualdad en el ingreso. En tanto haya crecimiento hay esperanza y, eso hace las grandes diferencias en el ingreso tolerables”
  2. Daly expresa de manera contundente como los dos factores neoclásicos de las funciones de producción, capital y trabajo aumentaban su productividad a costa de los recursos cuyo precio en el mercado estaba muy por debajo de su valor considerando sus costes sociales y ecológicos que son omitidos de las mediciones agregadas. Hoy en día, cuando estamos tocando las paredes de la esfera ecológica que nos contiene, ya no es posible resolver el conflicto entre capital y trabajo como se resolvió esencialmente después de la SGM a costa de la disminución en la productividad de los recursos. Es por eso, que el sistema capitalista debe resolver ese conflicto en favor del factor capital, lo que nos lleva a la última reflexión.
  3. La intensificación en el desigual reparto de la renta y, la riqueza es el medio que tiene el sistema de prolongar su agonía. Aunque pueda parecer contraintuitivo, si pensamos que nos enfrentamos a serias dificultades en el crecimiento del producto, aunque este sea antieconómico, cuanto más esterilizadas estén las expectativas generadas por el dinero/deuda, más podemos retrasar el enfrentarnos a una situación para el que el capitalismo no tiene respuestas. Cuanto más dinero/deuda acumulen los que más tienen menos impacto tienen sobre la producción actual (menor consumo marginal). Se traduce en el aumento de el precio de determinados activos, predominante financieros, y no se traduce en nueva producción. Esto es, sin duda, "self-defeating", pero permite hacer algo que nos es muy familiar, dar una patada hacia adelante, con el grave inconveniente de deteriorar aún más una situación que de por si no es nada brillante.

jueves, 31 de octubre de 2013

La economia como sistema energético (I)

La mayoría de economistas a los que se les pregunte sobre la energía responderán que se trata de un bien intermedio para la producción de bienes y servicios, que no tiene ni más ni menos importancia que cualquier otro. Si una fuente de energía aumenta su precio, habrá incentivos para sustituirla por otra más barata. Además, una subida de precio incentivará las inversiones para aumentar la producción, para eso sirve precisamente el sistema de precios. Finalmente, también impulsará medidas de ahorro y eficiencia. En cada caso, el sistema reaccionará utilizando la más favorable o una combinación optima de las mismas.

Sin embargo, debajo de esos mecanismos subyacen ciertas hipótesis que son cuestionables. Pero vayamos por partes. En esta entrada debatiremos si la energía es un bien intermedio como cualquier otro o tienen algunas características que lo hacen singular.

Convendremos que la energía es un elemento imprescindible para la producción. Los factores neoclásicos de producción, capital y trabajo, son ambos dependientes de la energía. Ahora bien, si no considero a la energía como un factor limitante no tienen sentido que lo incluya en la función de producción. En la modelización de la producción, el paradigma neoclásico supone de manera axiomática que los recursos son infinitos (en su conjunto), o tan abundantes que no merece la pena tenerlos en cuenta. Desde la perspectiva de 100 años atrás tal suposición podía tener sentido, a día de hoy resulta una broma de mal gusto. A continuación veremos que las fuentes de energía además de ser un recurso finito no es comparable con ningún otro.

Antes de continuar quisiera señalar algo que me parece está en el núcleo de la discusión. La suposición de que los recursos son ilimitados ha tenido un efecto colateral y es la atribución en el modelo neoclásico de una parte sustancial del crecimiento económico a un deus ex machina, el progreso tecnológico, derivado del infinito ingenio humano (residuo de Solow). En mi opinión, una parte importante del éxito de esa explicación, que es aceptada con naturalidad, radica en que todos nos sentimos participes de ese ingenio cuasi omnipotente, aunque no colaboremos. De la misma forma que nos sentimos participes de los éxitos de nuestro equipo favorito sin formar parte de él.

Otra cuestión relevante que provoca la omisión de la energía en el modelo, es que considera al sistema reversible. Significa que tampoco existen residuos que puedan afectar a la producción o que estos son asumidos por el sistema ecológico. La reversibilidad ignora las leyes de la termodinámica al no ser esta, que si está sometida a esas leyes, parte del sistema económico. Es simplemente un almacén de donde se extraen recursos y se vierten los residuos que resultan de la producción pero que no se ve afectada. Es posible que un determinado recurso se pueda agotar pero siempre encontrará un sustituto para su reemplazo.

Para entender los efectos de la omisión de un factor limitante en el modelo neoclásico, conviene compararlo con los factores de producción de la economía clásica. Los clásicos tenían en cuenta, además del trabajo y el capital, el factor tierra. Su cantidad finita conducía finalmente a la economía a un estado estacionario (steady-state). En el paradigma neoclásico el factor tierra desaparece, y pasa a formar parte del capital. La intervención humana es la que la convierte la tierra en capital que es creado por la mano del hombre. De está forma se remueve el único obstáculo que inevitablemente tenía rendimientos decrecientes a largo plazo lo que constituía el impedimento esencial para postular el crecimiento ilimitado.

Volvamos a la explicación de porque los recursos energéticos son diferentes de cualquier otro bien intermedio. Mediante el uso de la energía se genera trabajo útil por unidad de tiempo (potencia) que se requiere para producir bienes o servicios sin importa lo "intangible" que sea el servicio. Tanto es así que nosotros mismos estamos limitados en nuestro esfuerzo intelectual, si nos hacen una pregunta difícil mientras caminamos lo más probable es que nos paremos incapaces de poder realizar una tarea tan sencilla ante la exigencia que supone encontrar la respuesta que requiere una actividad cerebral con mayor consumo de energía ya que nuestra capacidad de generar potencia es limitada.

Por otra parte debemos tener en cuenta tres factores claves en la obtención de la energía que necesitamos para producir:

  1. Obtener energía cuesta energía. Nos interesa únicamente la energía neta que obtenemos. Cuando el cociente de energía neta sobre energía invertida llega 1:1  deja de ser una fuente de energía, sin importar cuantas reservas tengamos. Este concepto se denomina tasa de retorno energético (TRE) que mide el saldo de la fuentes entre lo que obtengo y lo que invierto en obtenerlo. Una mejora de la tecnología puede permitir recuperar esos recursos si reduce la energía necesaria para su obtención. Sin embargo, las mejoras en eficiencia juegan en una liga distinta, a largo plazo los rendimientos decrecientes (costes crecientes en la obtención de los recursos marginales) superan cualquier reducción de eficiencia limitada por las leyes de la termodinámica. En este momento hacemos abstracción de que la ausencia de rentabilidad económica siempre se producirá antes que se llegue al saldo 0 de energía neta, salvo subvenciones que compensen la falta de rentabilidad.
  2. Las fuentes de energía primaria necesitan, en general, ser transformadas para su uso productivo. El vector energético obtenido tiene una energía inferior a la fuente de la que proviene. No sólo se pierde energía en la conversión, también en el transporte puede haber perdidas sustanciales (electricidad). La segunda Ley de la termodinámica actúa de forma implacable. Por lo tanto, a efectos prácticos, una fuente primaria deja de ser tal mucho antes que alcance la razón 1:1 entre la energía obtenida y la utilizada. Ojo aquí, un vector energético puede tener un TRE inferior a 1. Es evidente que eso es posible si dispongo de un conjunto de fuentes con TRE que me lo permitan.
  3. Siempre explotamos lo más fácil primero dejando lo más difícil para cuando no podemos satisfacer la demanda ya sea porque con los recursos fáciles no llegamos o porque estos se agotan. A medida que ponemos en explotación las fuentes más difíciles la TRE declina. Puede haber ganancias de eficiencia que permitan mejorar el saldo energético de los recursos marginales. Por ejemplo, la explotación de las arenas bituminosas del Canadá han mejorado su TRE con el tiempo por circunstancias muy específicas de esa explotación.  No obstante, la TRE nada tiene que ver con la del petróleo convencional on-shore. Como he dicho ganancias de eficiencia y rendimientos decrecientes son de ordenes de magnitud diferentes.
El lector se habrá dado cuenta que aunque los recursos fueran infinitos o tan abundantes como para no preocuparse, el hecho de que sean cada vez más difíciles de obtener provocará unas TRE decrecientes cuando debamos explotar los recursos marginales. El ejemplo paradigmático es el petróleo. Cada año se añaden nuevas reservas, los denominados petróleos no convencionales que prometen abundancia por décadas y décadas. La cuestión no es debatir sobre la existencia esos recursos, que en muchos casos son cuestionables desde el punto de vista técnico, sino que la mayor parte no son una fuente de energía tal como la hemos caracterizado. Reservas cuyas aportaciones de energía neta son bajas o negativas permanecerán sin explotar.

Si lo vemos desde el punto de vista del paradigma neoclásico, las reservas se explotarán cuando el precio sea lo suficientemente elevado para permitir la rentabilidad de las inversiones. Si el mercado lo necesita, lo obtendrá porque estará dispuesto a pagar por ello. En todo caso, habrá otras fuentes de energía que permitan obtener la mercancía, aunque haya dejado de ser una fuente en si misma. Pasará a ser un bien intermedio como un mineral y se explotará mientras sea útil. Lo decisivo no son las fuentes de energía, sino que podemos obtener la energía necesaria gracias al progreso tecnológico de forma ilimitada. En otras palabras, somo capaces de generar la potencia necesaria para el crecimiento, la energía no es el problema. Hoy son los combustibles fósiles, mañana será la fusión o las energías renovables la que nos permita continuar utilizando la palanca energética para el crecimiento. Vemos porque la energía es ninguneada y tratada como un bien intermedio y no como precursora de cualquier producción. Las fuentes individuales no tienen relevancia porque el supuesto de partida es la energía infinita, de donde viene en cada caso es circunstancial.

Resulta palmario que todo gira entorno a ese deus ex machina que interviene para eliminar barreras y permitir, aunque sea con altibajos, continuar con el crecimiento infinito. De la misma forma que eliminará nuestros problemas energéticos, también lo hará con los medioambientales. Puede parecer una caricatura, pero refleja un pensamiento dominante en nuestra sociedad. Es una forma determinada de ver el mundo y se toman decisiones de acuerdo con esa mentalidad que denominamos "business as usual" (BAU). Sus defensores dirán que no hay alternativa, hablarán de austeridad, competitividad, de sacrificios, de que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades pero siempre prometerán que allá a lo lejos se divisa el paraíso. 

La cuestión es si tal posición se puede mantener ... en nuestro universo. Me temo que la economía en su afán por emular a la física se ha olvidado de ella y de otras disciplinas que necesita para tener una idea de la complejidad del mundo. La economía puede parecer muy complicada pero que sea complicada no significa que entienda la complejidad.

Como exponíamos en el primer entrada de este blog el paradigma neoclásico considera que el entorno social y ecológico son meros subsistemas económicos. De esta forma se elimina complejidad y se ignoran cuestiones esenciales. Un ejemplo paradigmático de lo anterior es la hipótesis de que los seres humanos se comportan racionalmente porque es la mejor forma que tienen de actuar desde el punto de vista económico. La cuestión es que los seres humanos son más que seres económicos y sus decisiones son más complejas que tienen en cuenta niveles superiores al económico. De hecho la palabra racional utilizada en ese contexto es un comportamiento ideal que es imposible ya que en ausencia de emociones somos incapaces de tomar decisiones, nos convertimos en Hamlet, todo lo contrario del postulado económico. Esta sorprendente conclusión se deriva de estudios con personas que han perdido la habilidad de registrar emociones pero mantenían el resto de capacidades no podían tomar decisiones. Irónico ¿no?.

He de aclarar que es el paradigma neoclásico el que debe argumentar de acuerdo con los datos y las teorías no falsadas porqué mantiene la hipótesis de la energía ilimitada sobre la base de un avance tecnológico siempre oportuno ante las necesidades que se presentan y que permiten el crecimiento indefinido de la producción de bienes y servicios. Los datos no corroboran tales teorías, el progreso tecnológico aunque pueda tener efectos de ahorro energético de segundo orden, y sin tener en cuenta los efectos rebote (a mayor eficiencia energética aumenta el consumo) estudiados por Stanley Jevons a finales del siglo XIX, es esencialmente un consumidor voraz de energía. A veces, nos es difícil ver cuales son los efectos compuestos de las cosas si las observamos como si fueran independientes.

No me resisto ha mencionar un ejemplo que me parece una metáfora de este hecho. Se realizó un estudio entre médicos para saber si eran conscientes de las probabilidades condicionadas. Se les dijo que una enfermedad tenía una incidencia de 1/1.000 y que existía una prueba que tenía una fiabilidad del 95%. Se les pregunto si un enfermo daba positivo cual era la probabilidad de tuviera la enfermedad. Asómbrense, más de dos tercios dijeron que el 95%. Por favor, no corran a anular su cita con el médico, pero si les hacen una prueba asegúrense que entiende bien como funcionan las probabilidades condicionadas, se pueden ahorrar un disgusto.

Para finalizar esta primera entrada sobre la economía como sistema energético, debemos tener presente que cualquier disminución importante del saldo neto de energía compromete o imposibilita el crecimiento. La disminución puede ser compensada sólo en parte mediante eficiencia. Pero el crecimiento de la población mundial que aspira a alcanzar unos estándares de vida que podríamos definir de clase media occidental, requiere aumentos de energía que son incompatibles con la ecología y las leyes de la termodinámica. Sin embargo, la imposibilidad de crecimiento no se traduce necesariamente en perdida de bienestar. Ahora bien la definición de bienestar se debe realizar en términos radicalmente diferentes a los habituales en economía, tema en el que ahondaremos en futuras entradas.