El sistema financiero ha estado en el
ojo del huracán desde la crisis de 2007-08 siendo señalado con el
dedo acusador de ser el principal causante, provocando
burbujas en diferentes activos, especialmente en los inmuebles a
nivel casi global, aunque determinadas zonas han sido y siguen
estando más afectadas por sus consecuencias.
Se han anunciado reformas diversas del
mismo pero, que están muy lejos de afrontar los verdaderos problemas
como veremos.
Los economistas de “main stream”
también, han sido duramente golpeados, al menos, en su amor propio
por las consecuencias de la crisis, aunque han elaborado una
narrativa, explicación en retrospectiva, que les permite, así lo
creen, mantener su “status quo” como gurus de la tribu económica.
La crisis agitó unas aguas que
parecían tranquilas pero, que con una mirada algo más penetrante se
descubría que bajo esa tranquilidad había corrientes de una gran
potencia que iban a conformar un mundo muy diferente del que
conocemos. Incluso, el Presidente en aquel entonces de la Republica
Francesa, Nicolas Sarkozy, se aventuró a proclamar que había que
refundar el capitalismo sobre bases éticas, un verdadero oxímoron.
Visto con una perspectiva de más de 7
años, desde los primeros síntomas, el impulso reformista está
prácticamente agotado y el “business as usual” es la
tónica imperante. Sin embargo, nada de esto se debe a que las aguas
hayan vuelto a su cauce, lejos de eso, el mundo se enfrenta a un
crecimiento del producto anémico (que en este blog por diferentes
motivos denominamos antieconómico), en comparación con cualquier
período de recuperación anterior a las diferentes crisis, después
de la Segunda Guerra Mundial. En algunas zonas económicas como la Zona Euro se habla de tercera recaída en la recesión en sólo
6 años, todo un hito.
Una de las cosas más destacables desde
una perspectiva económica, es que la crisis fuera causada por un
sector que desde el punto de vista del corpus doctrinal neoclásico
es algo meramente auxiliar, una mera lubricación para el
funcionamiento de la economía “real” que no hace más que de
intermediario entre ahorradores e inversores. El dinero y el sistema
financiero carecen de relevancia para el paradigma dominante, lo que
como mínimo para un profano debe resultar asombroso y, ciertamente,
lo es.
¿Como es posible entender algo así?.
Lo cierto, es que no resulta difícil de comprender si conocemos el
paradigma neoclásico y su forma de ver el mundo o visión pre-analítica donde la economía es el todo relevante y, no sólo
eso, sino que el individuo es completamente asocial, actúa de forma
independiente sin establecer relaciones de superior complejidad a las
meramente económicas.
Pero lo que aquí nos interesa, es su
visión del sistema financiero, para ello que mejor que recurrir a
Steve Keen azote de los economistas neoclásicos en su artículo
“Teoría económica ptolemaica en la era de Einstein: Krugman, eldinero y la banca”. Krugman es un
firme defensor de los bancos como meros intermediarios entre
ahorradores e inversores, negando que los bancos puedan crear dinero
o, que lo puedan hacer fuera del control de banco central, es decir,
que el control de la base monetaria permite determinar de una manera
efectiva la masa monetaria. Esto, además implica un relación de
causalidad, que es descrita en el modelo del multiplicador bancario
y, en la que radica el meollo de la cuestión.
La referencia al modelo Ptolemaico
puede que para algunos resulte excesiva, pero creo que se trata de
una de esas comparaciones y, no hay muchas, donde existen
paralelismos asombrosos en la defensa numantina de posiciones que son
contrarias a los hechos, pero que resisten contra viento y marea las
críticas, a pesar de estar en una posición de precariedad que cualquier
análisis riguroso evidencia. Pero como acostumbra a suceder en el
paradigma neoclásico cuando algo perturba simplemente se ignora. El
caso de la controversia sobre el capital de los dos Cambrigde es el
caso más flagrante de olvido. En una reciente conferencia sobre si
la enseñanza de la economía estaba en crisis cuando, después de
señalar las excelencias del actual paradigma cuestioné al ponente,
un renombrado catedrático, sobre los innumerables esqueletos en el
armario y, respecto de la controversia, me dijo que estaba
completamente resuelta y que ya no existía tal cuestión. En
realidad, seguramente el ponente nunca se ha preguntado sobre el
tema y, ha hecho lo que todos los economistas ortodoxos, ignorarlo y
autoconvencerse de que tal cosa ni siquiera ha existido. Lo irónico
es que insistía en la utilización del método científico en la
economía. Debo suponer que se trata de un método que nada tiene que
ver con el de Popper, creado ad hoc para evitar preguntas incómodas.
Como me dijo una colega, es igual lo que les digas, no te van a
escuchar, no les interesa.
El problema, como expone Keen, parte de
la teoría del equilibrio general enunciada por Léon Walras, una expansión
a la economía en su conjunto de la famosa “Ley” de Say, toda
oferta crea su propia demanda. En esa teoría, que busca emular la
teoría de la gravitación universal de Newton, los ajustes se
realizan vía los precios relativos, todo en relación con todo, el
dinero no representa más que un velo, es útil pero esconde el
verdadero mecanismo por el que los mercados tienden a un equilibrio,
es como hemos dicho antes un mero mecanismo de lubricación. Además,
cabe añadir que eso se realiza de forma descentralizada, la famosa
mano invisible, sin necesidad de intervención. El hecho de que en
realidad el mercado es creado por el estado y no sobrevive sin él,
no parece hacer mella en la teoría, como tantas cosas lo mejor es
ignorarlo.
Escribe Keen después de describir la
teoría Ptolemaica:
¿Por qué trae eso a la mente a la
teoría económica neoclásica?. Por muchas cosas. Veamos:
Por lo pronto,
hay similares principios subyacentes a los modelos DGSE [Equilibrio
General Dinámico Estocástico, por sus siglas en inglés] que ahora
dominan la teoría macroeconómica neoclásica, y como en el caso de
la astronomía ptolemaica, esos principios subyacentes son
manifiestamente incapaces de describir el mundo real. Son éstos:
1) Todos
los mercados son sistemas de trueque que se hallan en equilibrio
siempre, en ausencia de shocks exógenos (incluso durante las
recesiones), y luego de un shock exógeno, rápidamente vuelven al
equilibrio a través de ajustes instantáneos de los precios
relativos.
2) Las
preferencias de los consumidores y la tecnología empleada por las
empresas son los ‘parámetros profundos’ de la economía, y no
pueden ser alterados por ninguna política puesta por obra por
quienes toman decisiones de política económica.
3) La
competencia perfecta es universal, asegurando que el equilibrio
descrito en el punto 1 es socialmente óptimo.
Pero, como el mundo real, no casa con los
modelos basados en principios, lo que hacemos es introducir
modificaciones para que los datos concuerden. Cualquier economista
del mainstream contestará, lo que describes nada tiene que ver con
los actuales modelos extremadamente sofisticados, con racionalidad
limitada, rigideces en los precios, información imperfecta y todo
tipo de “Epicíclos” y “Equantes”, en definitiva lo que sea
menester. El problema como señala Keen es:
Eso es teoría
económica ptolemaica: toma un modelo manifiestamente inverosímil
que, en su forma más pura resulta de todo punto incapaz de dar
cuenta de los datos del mundo, y añade “imperfecciones”, de modo
que salve las apariencias.
Se trata, en
términos talebianos (Taleb), de una mera explicación retrospectiva o
narrativa, pues carece de cualquier capacidad para describir más que
aquello que ya ha pasado, se introducen los “Epicíclos” y
“Equantes" correspondientes y “voilà” nos ajustamos a los datos,
ya tenemos un modelo satisfactorio de la realidad. Esto puede parecer
recochineo, pero no lo es, por desgracia es algo muy real. Son tan
atractivos los principios que nos conducen a un equilibrio general
descentralizado, que parece imposible renunciar a tal belleza, hay que
hacerla encajar con la realidad aunque sea a martillazos. Keen en su
artículo cita un trabajo de Oscar Jordà y otros (2011) donde se
expone lo siguiente:
“Este trabajo
estudia el papel del apalancamiento en el ciclo económico.
Basándonos en la investigación de cerca de 200 episodios recesivos
en 14 países avanzados entre 1870 y 2008, descubrimos que un hecho
nuevo y llamativo en el ciclo económico moderno: los auges más
intensivos en crédito tienden a ser seguidos por recesiones más
profundas y recuperaciones más lentas. Hemos descubierto una
estrecha relación entre la tasa de crecimiento del crédito en
relación con el PIB en la fase expansiva y la gravedad de la
recesión subsiguiente. Usamos métodos de proyección para estudiar
el impacto del apalancamiento en el comportamiento de variables
macroeconómicas clave como la inversión, el fin de mes, los tipos
de interés y la inflación. Los efectos del apalancamiento son
particularmente intensos en recesiones que coinciden con crisis
financieras, pero están también presentes de otra forma en los
ciclos normales. Los notables hechos descubiertos vienen en apoyo de
la idea de que los factores financieros juegan un importante papel en
el ciclo económico moderno.”
Si es así, ¿por qué no tienen
relevancia esos factores en la teoría neoclásica?. Esto tiene
una importancia crucial, pues en los modelos neoclásicos el nivel de
deuda carece de relevancia. Evidentemente la tiene, como sostiene Keen
y como lo hacia Minsky y, sobre todo, como nuestra tozuda realidad
nos muestra cada día. Pero no dejemos que la realidad estropee
nuestros principios que dan lugar a tan bella teoría. ¿Por qué iba
Newton a renunciar a su teoría por no haber encontrado un mojón que
le permitiera establece el espacio y el tiempo absoluto?. Sin duda
Newton no debía hacerlo, pues su extraordinaria teoría es
completamente efectiva, aunque falsada, para muchas cosas habituales
de nuestro mundo y continúa siendo utilizada a plena satisfacción,
conociendo sus límites, para aquello que no sirve. Nadie se empeña
en ponerle “Epicíclos” para que “funcione” y ajustarlo a los
datos que no puede predecir, mediante “imperfecciones”.
La realidad se impone de forma que sólo
negando lo evidente se puede sostener que los bancos no crean dinero
cuando conceden un préstamo. No existe multiplicador monetario
ninguno, de hecho como relata Keen, los bancos centrales ya hace
mucho tiempo que han renunciado a mantener tal charada, que puede
estar bien para los libros de texto, pero que resulta completamente
estéril para su trabajo.
Lo cierto es como dice, entre muchos
otros Keen, algo que resulta palmario:
“..lo que
hacen ahora los banqueros centrales es suministrar cualquier volumen
de reservas necesario para mantener sus objetivos de tipos de interés
a corto plazo.”
Completamente cierto y, muestra algo
que es el quid de la cuestión y la causa de que las políticas de
expansión de reservas por si mismas no causen los efectos que según
la teoría del multiplicador deberían producir. El problema de la
teoría del multiplicador es que entiende la causalidad justo al
revés de como realmente es. Cada acción “heterodoxa” de los
bancos centrales destinada a compensar la destrucción de dinero que
provoca el desapalacamiento del sector privado, es una muestra de que
no hay control ninguno de la base monetaria. Son los bancos comerciales los que
hacen que la base se expanda, pero la expansión de esta última no
genera una expansión de crédito y, por consiguiente, de la oferta
monetaria.
Sin embargo, el papel del sistema
financiero, la creación del dinero y su íntima relación con la
deuda son cuestiones totalmente opacas, no sólo para los ciudadanos,
sino para muchos políticos e incluso profesionales de la economía.
En los años 20 del siglo pasado Frederick Soddy ya nos explicaba
(1926):
No hay duda que
todavía mucha gente, si no la mayoría, mostrarían una franca
incredulidad si supieran que la cantidad total de dinero puede
exceder vastamente el total de dinero emitido por el estado ,y puede
ser y es creado por los prestamistas de un plumazo. ¡A menudo
todavía leemos en la prensa que los bancos pueden sólo prestar el
dinero ahorrado por sus clientes! Mucha gente todavía piensa que el
dinero es lo que una vez fue, “un instrumento público que
pertenecía y era controlado por el Estado”.
Han pasado casi 90
años y la frase tiene plena vigencia. En su libro The Role of Money
(1936) nos explicaba de una forma clara cúal es el llamado poder del
dinero:
El “poder del
dinero” ha sido capaz de eclipsar ostensiblemente la
responsabilidad del gobierno, no es meramente el poder de los
ultra-ricos, es ni más ni menos, que una nueva técnica diseñada
para crear y destruir dinero por medio de añadir o quitar números
de los libros de cuentas de los bancos, sin la más mínima
preocupación por el interés en el papel real que la comunidad
debería jugar en esto... Permitir que sea una fuente de ingresos
para emisores privados es crear, en primer lugar, un brazo secreto e
ilícito del gobierno y, por último, un poder rival suficientemente
fuerte para en último término derribar cualquier otra forma de
gobierno.
No
resulta extraño que el poder económico con la inestimable
colaboración de la mayor parte de la profesión económica se haya
empeñado en echar tierra, en forma de confusión, sobre
la creación de dinero y el funcionamiento del sistema bancario. Lo
más impresionante, desde mi punto de vista, es que se trata de una
máquina de generar desigualdad, canalizando rentas a través del
derecho de señoreaje y el riesgo moral de incentivos mal alineados a
una escala varios órdenes de
magnitud superior a la
corrupción o el
fraude fiscal.
Soddy,
con su inteligencia preclara se dió cuenta pronto de los verdaderos
propósitos de la economía dominante en su tiempo y que aún pervive
hoy en día y, en lapidaria frase afirmó: “La economía ortodoxa
nunca ha sido otra cosa que la economía de los propietarios de las
deudas”.
Fue
Soddy el primero en describir la teoría del dinero endógeno y
lo hace con maestría en pocas lineas:
Préstamos
Genuinos y Ficticios—Un préstamo, si es genuino, no crea un
depósito, porque lo que el prestatario coge es a lo que renuncia el
prestamista y, no hay aumento de la cantidad de dinero, sólo
alteración de la identidad individual de los propietarios del mismo.
Pero, si el prestamista no renuncia a nada todo lo que el prestatario
recibe es nuevo dinero y la cantidad total se incrementa
proporcionalmente. Tan deliberadamente se ha rodeado de confusión
la verdadera naturaleza de este ridículo procedimiento por algunos
de los más inteligentes y hábiles abogados que el mundo ha
conocido, que todavía hay algo de misterio para la gente ordinaria,
quienes sosteniéndose la cabeza confiesan que son “incapaces de
entender las finanzas.” No se pretende que fuese de otra forma.
Otros,
como el eminente economistas Hyman Minsky (1986) creador de la
hipótesis de la inestabilidad de los mercados financieros, también
lo ha expresado con meridiana claridad:
La banca no
consiste en prestar dinero; para prestar, el prestamista deber tener
dinero. La actividad fundamental de la banca es aceptar, esto es,
garantizar que un tercero es solvente. Un banco, aceptando un
instrumento de deuda, acuerda realizar determinados pagos si el
deudor no lo hace o no puede.
Aquí,
el problema es que la garantía final recae en el estado y, en
consecuencia, sobre los contribuyentes produciéndose un riesgo moral
por la asimetría que esto provoca entre quienes recogen los
beneficios, unos pocos, y quienes soportan las pérdidas de forma
directa asumiendo mayores cargas tributarias y, de forma indirecta,
pero mucho más insidiosa, con menos servicios públicos o de peor
calidad y, con un deterioro más o menos acusado de su calidad de
vida.
Soddy,
fue el primero que desde
fuera de la ortodoxia
económica señaló
que el emperador estaba desnudo. Nunca
se le podrá agradecer el servicio que prestó. Bien
es cierto, que la gran mayoría de economistas nunca
le ha mostrado agradecimiento, no
es menos cierto que su semilla germinó. Algunos economistas sobre la base de sus
ideas, aunque sin reconocerlo, elaboraron propuestas
que pretendía cambiar lo que Soddy había descrito con tanto
acierto. Sin duda, el llamado Plan Chicago liderado por Irving Fisher
y otros economistas de la Universidad de Chicago, es el ejemplo
paradigmático. El plan como
ya propuso Soddy casi una década antes y, quiero resaltar que antes
de crack de 1929 y no a la estela de impacto de este acontecimiento,
proponía eliminar la creación de dinero por parte de los bancos.
Pero
Soddy señaló con acierto cuales eran las terribles consecuencias de
un sistema profundamente inestable, recordemos que esto choca de
manera frontal los principios con que Keen describía los fundamentos
del paradigma neoclásico. La
llamada deflación por deuda o de balances fue descrita por Soddy en
1926:
Los bancos
comercian con el capital monetario que ellos mismos han creado, pero
pretenden hacer como si no lo poseyeran. Si son liquidados y su
negocio interrumpido todos los excesos de sus pasivos sobre sus
activos deberían ser cubiertos por aquellos a los que ha prestado el
dinero. La cantidad de dinero se reduciría entonces, digamos, a una
sexta parte de la cantidad actual o menos. Los precios, “al final”,
se reducirían a un sexta parte a menos que se emitiera una cantidad
equivalente de genuino dinero por parte del estado para sustituir el
dinero ficticio destruido, aunque, como Mr. Keynes a señalado
sabiamente en relación con esto, “al final todos estaremos
muertos”. Si esto no se llevara a término, el último préstamo
en ser reembolsado sería pagado con un dinero que tendría seis
veces el valor del dinero que fue emitido, en promedio, la cantidad
total de los préstamos sería pagada por el doble de su poder de
compra inicial. Esto describe, en cierta manera, la vital distinción
entre el dinero real y el dinero fantasma que estamos describiendo.
En la devolución de un préstamo genuino la cantidad de dinero no se
ve afectada. Con la devolución de un préstamo ficticio disminuye
la existencia de dinero, por lo que el reembolso se hace
progresivamente más difícil a medida que se realiza el mismo. Si se
emite en una expansión y se cancela en una recesión, la devolución
se realiza en unidades monetarias que valen más que las prestadas.
¡1926!
Como pueden comprobar cuando
se quiere se puede, ahora bien, si lo que pretendemos es crear
confusión y ser el sostén ideológico de un sistema, la cosa deriva hacia los sistema ptolemaicos como se puede ver claramente con el
dinero y el sistema financiero que
no juegan ningún papel relevante para los místicos de trueque
(David Graeber dixit).
Una de
las cosas que resulta más chocante de entender para cualquier profano
es el estrecho vínculo entre dinero y deuda. Que la deuda sea una
obligación cuantificable y transmisible porque está denominada en
unidades monetarias no parece suficiente para describir lo que en
realidad son dos caras de la misma moneda, o
como el Jano Bifronte, el
mitológico inventor del dinero para los romanos.
Soddy
en una
aguda frase
define ese carácter dual:
El dinero es la
nada que recibes a cambio de algo, antes de conseguir cualquier otra
cosa.
El
dinero no es un velo sobre el trueque, un fenómeno marginal tal
como nos ha explicado Graeber
en su obra “En Deuda”, se trata de un instrumento de deuda y una
reclamación sobre los bienes actuales o futuros de la sociedad. En
realidad, es bastante más que una mera reclamación, pero para esta
singladura navegaremos en aguas someras sin adentrarnos en las aguas
profundas de la teoría del capital.
Para
el paradigma neoclásico,
el dinero es neutral y
se puede eliminar de los modelos sin pérdida de su capacidad
explicativa. Por ejemplo,
siempre que escuchemos a Krugman hará la siguiente afirmación que
es una perogrullada:
“el dinero es neutral pues todas las deudas se cancelan
mutuamente”. Se trata de un mero juego de suma cero. Sin embargo,
ni siquiera es cierto contablemente, ya que los pasivos del banco
central que son contrapartida del dinero en efectivo no son realmente
pasivos, es una mera convención ya que si acudes con un billete,
activo, al banco central para reclamar su conversión, lo que
obtendrás es otro billete o billetes con igual valor facial.
Considerar que existe un pasivo que cancela el activo carece de
sentido económico. Pero lo verdaderamente sorprendente, es que siendo
un mero velo, que no merece la pena ser modelizado, cuando el sistema
financiero estuvo en cuestión no parece que los economistas
confiaran en el restablecimiento del equilibrio por sus propios
medios. Salieron en estampida pidiendo intervenciones masivas de los
bancos centrales cosa que efectivamente se produjo.
Antes
de la crisis financiera de 2007/08, el triunfo de la visión ptolemaica
parecía completo, la famosa Gran Moderación de Bernanke era su
mejor definición. Los críticos eran ninguneados y objeto de
desprecio por alterar el tranquilo estanque de la economía. El
despertar fue tan abrupto y doloroso y las brechas abiertas en el
casco neoclásico tan enormes, que a pesar de que trabajan con
denuedo en el control de daños, parece que esta vez las cosas,
aunque con una lentitud en ocasiones exasperante y, resistencia
numantina, señalan con vigor hacia un cambio de paradigma. Algunos
me acusarán de pecar de ingenuo, es posible, pero no es menos cierto
que a pesar de toda la propaganda, que es masiva, la realidad tiende
a abrirse paso de manera inexorable. No digo que se vaya a producir
en pocos años, estos cambios requieren
lustros sino décadas, pero los retos del futuro no pueden ser
afrontados con un instrumento tan defectuoso que ignora la realidad.
La
organización británica positive money persigue, que en su país, la
gente en general y los políticos en especial tengan conocimiento
cabal del real funcionamiento del sistema financiero y, de cómo en la
actualidad los bancos gozan de un privilegio exorbitante dentro de
una estructura que les permite crear dinero y traspasar los riesgos a
la sociedad en su conjunto. Esta ha sido la raíz de las sucesivas
crisis provocadas por el estallido de burbujas financieras en los últimos 25 años. Partiendo de su
propuesta de dinero soberano, que se basa en buena medida en el Plan
Chicago actualizado, podremos demostrar las enormes ventajas que para
el conjunto de la sociedad representa un cambio como el propuesto.
Desde la visión de la economía ecológica, si bien es cierto que
sólo se trata de un instrumento que también puede ser utilizado
para una visión “business as usual”, en el
sentido del crecimiento indefinido, tiene una gran importancia para
ejecutar cualquier pretensión de pasar de una economía cowboy a una
economía astronauta. Por lo tanto, en este caso, la convergencia de
intereses es una magnifica noticia ya que cualquier paso dado en
dirección a eliminar el privilegio de emisión de moneda de los
bancos comerciales, no sólo tienen efectos económicos, sino profundos
efectos políticos. En las
siguientes entradas del blog, desarrollaremos las ideas expuestas en
esta introducción y los mecanismos propuestos para su reforma.