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lunes, 10 de noviembre de 2014

DINERO SOBERANO: Plantemiento del problema

El sistema financiero ha estado en el ojo del huracán desde la crisis de 2007-08 siendo señalado con el dedo acusador de ser el principal causante, provocando burbujas en diferentes activos, especialmente en los inmuebles a nivel casi global, aunque determinadas zonas han sido y siguen estando más afectadas por sus consecuencias.

Se han anunciado reformas diversas del mismo pero, que están muy lejos de afrontar los verdaderos problemas como veremos.

Los economistas de “main stream” también, han sido duramente golpeados, al menos, en su amor propio por las consecuencias de la crisis, aunque han elaborado una narrativa, explicación en retrospectiva, que les permite, así lo creen, mantener su “status quo” como gurus de la tribu económica.

La crisis agitó unas aguas que parecían tranquilas pero, que con una mirada algo más penetrante se descubría que bajo esa tranquilidad había corrientes de una gran potencia que iban a conformar un mundo muy diferente del que conocemos. Incluso, el Presidente en aquel entonces de la Republica Francesa, Nicolas Sarkozy, se aventuró a proclamar que había que refundar el capitalismo sobre bases éticas, un verdadero oxímoron.


Visto con una perspectiva de más de 7 años, desde los primeros síntomas, el impulso reformista está prácticamente agotado y el “business as usual” es la tónica imperante. Sin embargo, nada de esto se debe a que las aguas hayan vuelto a su cauce, lejos de eso, el mundo se enfrenta a un crecimiento del producto anémico (que en este blog por diferentes motivos denominamos antieconómico), en comparación con cualquier período de recuperación anterior a las diferentes crisis, después de la Segunda Guerra Mundial. En algunas zonas económicas como la Zona Euro se habla de tercera recaída en la recesión en sólo 6 años, todo un hito.

Una de las cosas más destacables desde una perspectiva económica, es que la crisis fuera causada por un sector que desde el punto de vista del corpus doctrinal neoclásico es algo meramente auxiliar, una mera lubricación para el funcionamiento de la economía “real” que no hace más que de intermediario entre ahorradores e inversores. El dinero y el sistema financiero carecen de relevancia para el paradigma dominante, lo que como mínimo para un profano debe resultar asombroso y, ciertamente, lo es.

¿Como es posible entender algo así?. Lo cierto, es que no resulta difícil de comprender si conocemos el paradigma neoclásico y su forma de ver el mundo o visión pre-analítica donde la economía es el todo relevante y, no sólo eso, sino que el individuo es completamente asocial, actúa de forma independiente sin establecer relaciones de superior complejidad a las meramente económicas.

Pero lo que aquí nos interesa, es su visión del sistema financiero, para ello que mejor que recurrir a Steve Keen azote de los economistas neoclásicos en su artículo “Teoría económica ptolemaica en la era de Einstein: Krugman, eldinero y la banca”. Krugman es un firme defensor de los bancos como meros intermediarios entre ahorradores e inversores, negando que los bancos puedan crear dinero o, que lo puedan hacer fuera del control de banco central, es decir, que el control de la base monetaria permite determinar de una manera efectiva la masa monetaria. Esto, además implica un relación de causalidad, que es descrita en el modelo del multiplicador bancario y, en la que radica el meollo de la cuestión.

La referencia al modelo Ptolemaico puede que para algunos resulte excesiva, pero creo que se trata de una de esas comparaciones y, no hay muchas, donde existen paralelismos asombrosos en la defensa numantina de posiciones que son contrarias a los hechos, pero que resisten contra viento y marea las críticas, a pesar de estar en una posición de precariedad que cualquier análisis riguroso evidencia. Pero como acostumbra a suceder en el paradigma neoclásico cuando algo perturba simplemente se ignora. El caso de la controversia sobre el capital de los dos Cambrigde es el caso más flagrante de olvido. En una reciente conferencia sobre si la enseñanza de la economía estaba en crisis cuando, después de señalar las excelencias del actual paradigma cuestioné al ponente, un renombrado catedrático, sobre los innumerables esqueletos en el armario y, respecto de la controversia, me dijo que estaba completamente resuelta y que ya no existía tal cuestión. En realidad, seguramente el ponente nunca se ha preguntado sobre el tema y, ha hecho lo que todos los economistas ortodoxos, ignorarlo y autoconvencerse de que tal cosa ni siquiera ha existido. Lo irónico es que insistía en la utilización del método científico en la economía. Debo suponer que se trata de un método que nada tiene que ver con el de Popper, creado ad hoc para evitar preguntas incómodas. Como me dijo una colega, es igual lo que les digas, no te van a escuchar, no les interesa.


El problema, como expone Keen, parte de la teoría del equilibrio general enunciada por Léon Walras, una expansión a la economía en su conjunto de la famosa “Ley” de Say, toda oferta crea su propia demanda. En esa teoría, que busca emular la teoría de la gravitación universal de Newton, los ajustes se realizan vía los precios relativos, todo en relación con todo, el dinero no representa más que un velo, es útil pero esconde el verdadero mecanismo por el que los mercados tienden a un equilibrio, es como hemos dicho antes un mero mecanismo de lubricación. Además, cabe añadir que eso se realiza de forma descentralizada, la famosa mano invisible, sin necesidad de intervención. El hecho de que en realidad el mercado es creado por el estado y no sobrevive sin él, no parece hacer mella en la teoría, como tantas cosas lo mejor es ignorarlo.


Escribe Keen después de describir la teoría Ptolemaica:

¿Por qué trae eso a la mente a la teoría económica neoclásica?. Por muchas cosas. Veamos:

Por lo pronto, hay similares principios subyacentes a los modelos DGSE [Equilibrio General Dinámico Estocástico, por sus siglas en inglés] que ahora dominan la teoría macroeconómica neoclásica, y como en el caso de la astronomía ptolemaica, esos principios subyacentes son manifiestamente incapaces de describir el mundo real. Son éstos:

1) Todos los mercados son sistemas de trueque que se hallan en equilibrio siempre, en ausencia de shocks exógenos (incluso durante las recesiones), y luego de un shock exógeno, rápidamente vuelven al equilibrio a través de ajustes instantáneos de los precios relativos.

2) Las preferencias de los consumidores y la tecnología empleada por las empresas son los ‘parámetros profundos’ de la economía, y no pueden ser alterados por ninguna política puesta por obra por quienes toman decisiones de política económica.

3) La competencia perfecta es universal, asegurando que el equilibrio descrito en el punto 1 es socialmente óptimo.

Pero, como el mundo real, no casa con los modelos basados en principios, lo que hacemos es introducir modificaciones para que los datos concuerden. Cualquier economista del mainstream contestará, lo que describes nada tiene que ver con los actuales modelos extremadamente sofisticados, con racionalidad limitada, rigideces en los precios, información imperfecta y todo tipo de “Epicíclos” y “Equantes”, en definitiva lo que sea menester. El problema como señala Keen es:

Eso es teoría económica ptolemaica: toma un modelo manifiestamente inverosímil que, en su forma más pura resulta de todo punto incapaz de dar cuenta de los datos del mundo, y añade “imperfecciones”, de modo que salve las apariencias.

Se trata, en términos talebianos (Taleb), de una mera explicación retrospectiva o narrativa, pues carece de cualquier capacidad para describir más que aquello que ya ha pasado, se introducen los “Epicíclos” y “Equantes" correspondientes y “voilà” nos ajustamos a los datos, ya tenemos un modelo satisfactorio de la realidad. Esto puede parecer recochineo, pero no lo es, por desgracia es algo muy real. Son tan atractivos los principios que nos conducen a un equilibrio general descentralizado, que parece imposible renunciar a tal belleza, hay que hacerla encajar con la realidad aunque sea a martillazos. Keen en su artículo cita un trabajo de Oscar Jordà y otros (2011) donde se expone lo siguiente:

Este trabajo estudia el papel del apalancamiento en el ciclo económico. Basándonos en la investigación de cerca de 200 episodios recesivos en 14 países avanzados entre 1870 y 2008, descubrimos que un hecho nuevo y llamativo en el ciclo económico moderno: los auges más intensivos en crédito tienden a ser seguidos por recesiones más profundas y recuperaciones más lentas. Hemos descubierto una estrecha relación entre la tasa de crecimiento del crédito en relación con el PIB en la fase expansiva y la gravedad de la recesión subsiguiente. Usamos métodos de proyección para estudiar el impacto del apalancamiento en el comportamiento de variables macroeconómicas clave como la inversión, el fin de mes, los tipos de interés y la inflación. Los efectos del apalancamiento son particularmente intensos en recesiones que coinciden con crisis financieras, pero están también presentes de otra forma en los ciclos normales. Los notables hechos descubiertos vienen en apoyo de la idea de que los factores financieros juegan un importante papel en el ciclo económico moderno.”

Si es así, ¿por qué no tienen relevancia esos factores en la teoría neoclásica?. Esto tiene una importancia crucial, pues en los modelos neoclásicos el nivel de deuda carece de relevancia. Evidentemente la tiene, como sostiene Keen y como lo hacia Minsky y, sobre todo, como nuestra tozuda realidad nos muestra cada día. Pero no dejemos que la realidad estropee nuestros principios que dan lugar a tan bella teoría. ¿Por qué iba Newton a renunciar a su teoría por no haber encontrado un mojón que le permitiera establece el espacio y el tiempo absoluto?. Sin duda Newton no debía hacerlo, pues su extraordinaria teoría es completamente efectiva, aunque falsada, para muchas cosas habituales de nuestro mundo y continúa siendo utilizada a plena satisfacción, conociendo sus límites, para aquello que no sirve. Nadie se empeña en ponerle “Epicíclos” para que “funcione” y ajustarlo a los datos que no puede predecir, mediante “imperfecciones”.

La realidad se impone de forma que sólo negando lo evidente se puede sostener que los bancos no crean dinero cuando conceden un préstamo. No existe multiplicador monetario ninguno, de hecho como relata Keen, los bancos centrales ya hace mucho tiempo que han renunciado a mantener tal charada, que puede estar bien para los libros de texto, pero que resulta completamente estéril para su trabajo.

Lo cierto es como dice, entre muchos otros Keen, algo que resulta palmario:

..lo que hacen ahora los banqueros centrales es suministrar cualquier volumen de reservas necesario para mantener sus objetivos de tipos de interés a corto plazo.”

Completamente cierto y, muestra algo que es el quid de la cuestión y la causa de que las políticas de expansión de reservas por si mismas no causen los efectos que según la teoría del multiplicador deberían producir. El problema de la teoría del multiplicador es que entiende la causalidad justo al revés de como realmente es. Cada acción “heterodoxa” de los bancos centrales destinada a compensar la destrucción de dinero que provoca el desapalacamiento del sector privado, es una muestra de que no hay control ninguno de la base monetaria. Son los bancos comerciales los que hacen que la base se expanda, pero la expansión de esta última no genera una expansión de crédito y, por consiguiente, de la oferta monetaria.

Sin embargo, el papel del sistema financiero, la creación del dinero y su íntima relación con la deuda son cuestiones totalmente opacas, no sólo para los ciudadanos, sino para muchos políticos e incluso profesionales de la economía. En los años 20 del siglo pasado Frederick Soddy ya nos explicaba (1926):

No hay duda que todavía mucha gente, si no la mayoría, mostrarían una franca incredulidad si supieran que la cantidad total de dinero puede exceder vastamente el total de dinero emitido por el estado ,y puede ser y es creado por los prestamistas de un plumazo. ¡A menudo todavía leemos en la prensa que los bancos pueden sólo prestar el dinero ahorrado por sus clientes! Mucha gente todavía piensa que el dinero es lo que una vez fue, “un instrumento público que pertenecía y era controlado por el Estado”.

Han pasado casi 90 años y la frase tiene plena vigencia. En su libro The Role of Money (1936) nos explicaba de una forma clara cúal es el llamado poder del dinero:

El “poder del dinero” ha sido capaz de eclipsar ostensiblemente la responsabilidad del gobierno, no es meramente el poder de los ultra-ricos, es ni más ni menos, que una nueva técnica diseñada para crear y destruir dinero por medio de añadir o quitar números de los libros de cuentas de los bancos, sin la más mínima preocupación por el interés en el papel real que la comunidad debería jugar en esto... Permitir que sea una fuente de ingresos para emisores privados es crear, en primer lugar, un brazo secreto e ilícito del gobierno y, por último, un poder rival suficientemente fuerte para en último término derribar cualquier otra forma de gobierno.

No resulta extraño que el poder económico con la inestimable colaboración de la mayor parte de la profesión económica se haya empeñado en echar tierra, en forma de confusión, sobre la creación de dinero y el funcionamiento del sistema bancario. Lo más impresionante, desde mi punto de vista, es que se trata de una máquina de generar desigualdad, canalizando rentas a través del derecho de señoreaje y el riesgo moral de incentivos mal alineados a una escala varios órdenes de magnitud superior a la corrupción o el fraude fiscal.

Soddy, con su inteligencia preclara se dió cuenta pronto de los verdaderos propósitos de la economía dominante en su tiempo y que aún pervive hoy en día y, en lapidaria frase afirmó: “La economía ortodoxa nunca ha sido otra cosa que la economía de los propietarios de las deudas”.

Fue Soddy el primero en describir la teoría del dinero endógeno y lo hace con maestría en pocas lineas:

Préstamos Genuinos y Ficticios—Un préstamo, si es genuino, no crea un depósito, porque lo que el prestatario coge es a lo que renuncia el prestamista y, no hay aumento de la cantidad de dinero, sólo alteración de la identidad individual de los propietarios del mismo. Pero, si el prestamista no renuncia a nada todo lo que el prestatario recibe es nuevo dinero y la cantidad total se incrementa proporcionalmente. Tan deliberadamente se ha rodeado de confusión la verdadera naturaleza de este ridículo procedimiento por algunos de los más inteligentes y hábiles abogados que el mundo ha conocido, que todavía hay algo de misterio para la gente ordinaria, quienes sosteniéndose la cabeza confiesan que son “incapaces de entender las finanzas.” No se pretende que  fuese de otra forma.

Otros, como el eminente economistas Hyman Minsky (1986) creador de la hipótesis de la inestabilidad de los mercados financieros, también lo ha expresado con meridiana claridad:

La banca no consiste en prestar dinero; para prestar, el prestamista deber tener dinero. La actividad fundamental de la banca es aceptar, esto es, garantizar que un tercero es solvente. Un banco, aceptando un instrumento de deuda, acuerda realizar determinados pagos si el deudor no lo hace o no puede.

Aquí, el problema es que la garantía final recae en el estado y, en consecuencia, sobre los contribuyentes produciéndose un riesgo moral por la asimetría que esto provoca entre quienes recogen los beneficios, unos pocos, y quienes soportan las pérdidas de forma directa asumiendo mayores cargas tributarias y, de forma indirecta, pero mucho más insidiosa, con menos servicios públicos o de peor calidad y, con un deterioro más o menos acusado de su calidad de vida.

Soddy, fue el primero que desde fuera de la ortodoxia económica señaló que el emperador estaba desnudo. Nunca se le podrá agradecer el servicio que prestó. Bien es cierto, que la gran mayoría de economistas nunca le ha mostrado agradecimiento, no es menos cierto que su semilla germinó. Algunos economistas sobre la base de sus ideas, aunque sin reconocerlo, elaboraron propuestas que pretendía cambiar lo que Soddy había descrito con tanto acierto. Sin duda, el llamado Plan Chicago liderado por Irving Fisher y otros economistas de la Universidad de Chicago, es el ejemplo paradigmático. El plan como ya propuso Soddy casi una década antes y, quiero resaltar que antes de crack de 1929 y no a la estela de impacto de este acontecimiento, proponía eliminar la creación de dinero por parte de los bancos.

Pero Soddy señaló con acierto cuales eran las terribles consecuencias de un sistema profundamente inestable, recordemos que esto choca de manera frontal los principios con que Keen describía los fundamentos del paradigma neoclásico. La llamada deflación por deuda o de balances fue descrita por Soddy en 1926:

Los bancos comercian con el capital monetario que ellos mismos han creado, pero pretenden hacer como si no lo poseyeran. Si son liquidados y su negocio interrumpido todos los excesos de sus pasivos sobre sus activos deberían ser cubiertos por aquellos a los que ha prestado el dinero. La cantidad de dinero se reduciría entonces, digamos, a una sexta parte de la cantidad actual o menos. Los precios, “al final”, se reducirían a un sexta parte a menos que se emitiera una cantidad equivalente de genuino dinero por parte del estado para sustituir el dinero ficticio destruido, aunque, como Mr. Keynes a señalado sabiamente en relación con esto, “al final todos estaremos muertos”. Si esto no se llevara a término, el último préstamo en ser reembolsado sería pagado con un dinero que tendría seis veces el valor del dinero que fue emitido, en promedio, la cantidad total de los préstamos sería pagada por el doble de su poder de compra inicial. Esto describe, en cierta manera, la vital distinción entre el dinero real y el dinero fantasma que estamos describiendo. En la devolución de un préstamo genuino la cantidad de dinero no se ve afectada. Con la devolución de un préstamo ficticio disminuye la existencia de dinero, por lo que el reembolso se hace progresivamente más difícil a medida que se realiza el mismo. Si se emite en una expansión y se cancela en una recesión, la devolución se realiza en unidades monetarias que valen más que las prestadas.

¡1926! Como pueden comprobar cuando se quiere se puede, ahora bien, si lo que pretendemos es crear confusión y ser el sostén ideológico de un sistema, la cosa deriva hacia los sistema ptolemaicos como se puede ver claramente con el dinero y el sistema financiero que no juegan ningún papel relevante para los místicos de trueque (David Graeber dixit).

Una de las cosas que resulta más chocante de entender para cualquier profano es el estrecho vínculo entre dinero y deuda. Que la deuda sea una obligación cuantificable y transmisible porque está denominada en unidades monetarias no parece suficiente para describir lo que en realidad son dos caras de la misma moneda, o como el Jano Bifronte, el mitológico inventor del dinero para los romanos.



Soddy en una aguda frase define ese carácter dual:

El dinero es la nada que recibes a cambio de algo, antes de conseguir cualquier otra cosa.

El dinero no es un velo sobre el trueque, un fenómeno marginal tal como nos ha explicado Graeber en su obra “En Deuda”, se trata de un instrumento de deuda y una reclamación sobre los bienes actuales o futuros de la sociedad. En realidad, es bastante más que una mera reclamación, pero para esta singladura navegaremos en aguas someras sin adentrarnos en las aguas profundas de la teoría del capital.

Para el paradigma neoclásico, el dinero es neutral y se puede eliminar de los modelos sin pérdida de su capacidad explicativa. Por ejemplo, siempre que escuchemos a Krugman hará la siguiente afirmación que es una perogrullada: “el dinero es neutral pues todas las deudas se cancelan mutuamente”. Se trata de un mero juego de suma cero. Sin embargo, ni siquiera es cierto contablemente, ya que los pasivos del banco central que son contrapartida del dinero en efectivo no son realmente pasivos, es una mera convención ya que si acudes con un billete, activo, al banco central para reclamar su conversión, lo que obtendrás es otro billete o billetes con igual valor facial. Considerar que existe un pasivo que cancela el activo carece de sentido económico. Pero lo verdaderamente sorprendente, es que siendo un mero velo, que no merece la pena ser modelizado, cuando el sistema financiero estuvo en cuestión no parece que los economistas confiaran en el restablecimiento del equilibrio por sus propios medios. Salieron en estampida pidiendo intervenciones masivas de los bancos centrales cosa que efectivamente se produjo.

Antes de la crisis financiera de 2007/08, el triunfo de la visión ptolemaica parecía completo, la famosa Gran Moderación de Bernanke era su mejor definición. Los críticos eran ninguneados y objeto de desprecio por alterar el tranquilo estanque de la economía. El despertar fue tan abrupto y doloroso y las brechas abiertas en el casco neoclásico tan enormes, que a pesar de que trabajan con denuedo en el control de daños, parece que esta vez las cosas, aunque con una lentitud en ocasiones exasperante y, resistencia numantina, señalan con vigor hacia un cambio de paradigma. Algunos me acusarán de pecar de ingenuo, es posible, pero no es menos cierto que a pesar de toda la propaganda, que es masiva, la realidad tiende a abrirse paso de manera inexorable. No digo que se vaya a producir en pocos años, estos cambios requieren lustros sino décadas, pero los retos del futuro no pueden ser afrontados con un instrumento tan defectuoso que ignora la realidad.



La organización británica positive money persigue, que en su país, la gente en general y los políticos en especial tengan conocimiento cabal del real funcionamiento del sistema financiero y, de cómo en la actualidad los bancos gozan de un privilegio exorbitante dentro de una estructura que les permite crear dinero y traspasar los riesgos a la sociedad en su conjunto. Esta ha sido la raíz de las sucesivas crisis provocadas por el estallido de burbujas financieras en los últimos 25 años. Partiendo de su propuesta de dinero soberano, que se basa en buena medida en el Plan Chicago actualizado, podremos demostrar las enormes ventajas que para el conjunto de la sociedad representa un cambio como el propuesto. Desde la visión de la economía ecológica, si bien es cierto que sólo se trata de un instrumento que también puede ser utilizado para una visión “business as usual”, en el sentido del crecimiento indefinido, tiene una gran importancia para ejecutar cualquier pretensión de pasar de una economía cowboy a una economía astronauta. Por lo tanto, en este caso, la convergencia de intereses es una magnifica noticia ya que cualquier paso dado en dirección a eliminar el privilegio de emisión de moneda de los bancos comerciales, no sólo tienen efectos económicos, sino profundos efectos políticos. En las siguientes entradas del blog, desarrollaremos las ideas expuestas en esta introducción y los mecanismos propuestos para su reforma.